Publicado en Cursos / Consejería / — Carlos / 2013-11-28 09:55:49 / 7189

CAPITULO 4: PECADO y ESCALVITUD

1 - EL TEMOR Y SUS VARIACIONES

Dice 1 Juan 4:18: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa afuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”. ¿Por qué Dios contrasta tan negativamente el temor con el amor? ¿Por qué no contrasta el temor con la paz, o el temor y la seguridad, o el temor y la serenidad? Es que el temor y el amor se excluyen mutuamente, porque el amor produce la entrega de sí mismo a otros, en cambio el temor lleva a la persona a encerrarse en sí misma para protegerse.

El amor siempre busca oportunidades para dar, es la actitud del que se pregunta a sí mismo: “¿qué puedo hacer por mi prójimo?”.

El temor está siempre receloso frente a los demás, y su actitud nace de preguntarse: “¿qué va a hacer él por mí?”.

El amor avanza hacia los demás, pero el temor se retrae y se aparta de los demás.

Lo que impulsa a cada creyente a amar a su prójimo, es el amor de Dios brotando de cada corazón purificado. Dado que el temor es pecado cuando se retiene sin confesar, produce una variación en sentido inverso, la intensidad del temor resta el amor de Dios, en cambio el aumento del amor hace declinar el temor.

El motivo por el cual Jesús no tuvo miedo al enfrentar la prueba más difícil de su ministerio, la  de su crucifixión; fue debido a que Él estaba saturado por el amor a toda la humanidad, el mismo desbordante amor que estuvo con el Padre cuando envió a su Hijo (Juan 3:16). El mayor temor del ser humano es el temor a la muerte, pero los creyentes tenemos el amor de Dios para poder mirar la muerte en la confianza de la vida eterna con Cristo Jesús. Romanos 8:15 dice que los cristianos no hemos recibido un espíritu de esclavitud para que vivamos en  temor, pues el temor lleva en sí castigo porque es pecado ante Dios. El Salmo 118:6 dice: “El Señor está conmigo, no temeré lo que me pueda hacer el hombre”. El temor parece proceder de aquello que pueda hacernos Dios sino estamos en orden con Él, por ejemplo: temor al juicio final. O lo que pueda hacernos el hombre, como violencia, humillación, sufrimiento, etc.

¿Cómo aumentamos nuestro amor a Dios? Cuando obedecemos sus mandamientos, mientras oramos y le adoramos, y cuando le servimos incondicionalmente.

¿Cómo aumentamos nuestro amor al prójimo? Cuando dejamos de lado todo egoísmo y nos ofrecemos, y nos damos desinteresadamente hacia otros.

El temor acarrea la manifestación de dos males: la preocupación y la ansiedad.

LA PREOCUPACIÓN:

Es un pecado emocional que muchos creyentes permiten en sus vidas sin solucionarlo. Las preocupaciones provienen de sentimientos y emociones negativas, que toman el control de la mente. Cuando el creyente está preocupado por un determinado problema, se ata espiritualmente, pues no permite que obre la fe en el Señor Jesucristo. Jesús nos dice en Lucas 12:29-31: “Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud. Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas. Mas bien buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas”.

La preocupación es ocuparnos con temor, en forma anticipada, por algo que puede afectarnos. En lugar de permitir que un problema nos preocupe, debemos ejercitar la fe, dejando nuestras cargas en Él, esperando de Cristo la solución prometida.

LA ANSIEDAD:

Es un estado alterado de la mente, que va paralelo a la preocupación, y también es pecado, pero que puede llegar a ser más perjudicial. Con frecuencia es el resultado de temores subconscientes y pensamientos de fracaso, o de sucesos que pueden ser desestabilizadores. La ansiedad produce una tensión que ahoga la fe, y ata el gozo de Dios, impidiendo acudir a Él en busca de ayuda.

Las emociones negativas cuando logran provocar tensión al creyente, lo transforman en un esclavo de la ansiedad y lo paralizan espiritualmente.

Dice 1 Pedro 5:7: “Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros”. Esto significa que Dios espera que nos acerquemos a Él, para que ningún creyente pueda ser una víctima de la ansiedad, ni de llevar una vida sometido a la esclavitud de los sentimientos y emociones negativas. El ansioso debe confesar el pecado ante el Señor, sabiendo que Dios desea que vivamos en libertad y nunca más como esclavos del pecado.

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Tabla de Contenido:

CURSO BÍBLICO PARA EL CONSEJERO CRISTIANO

CAPITULO 1: EL CONSEJO DE DIOS

CAPITULO 2: LA RAIZ DE LOS PROBLEMAS

CAPITULO 3: LAS PRUEBAS y LAS DIFICULTADES

CAPITULO 4: PECADO y ESCALVITUD

CAPITULO 5: SALVACIÓN y RESTAURACIÓN

CAPITULO 6: EL MINISTERIO DEL ESPIRITU SANTO

CAPITULO 7: SANIDAD DIVINA

CAPITULO 8: LIBERACIÓN DE LA ESCLAVITUD ESPIRITUAL

CAPITULO 9: LIBERACIÓN ESPIRITUAL

CAPITULO 10: EL MATRIMONIO

CAPITULO 11: EL HOGAR CRISTIANO

CAPITULO 12: LA FAMILIA CRISTIANA

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