Publicado en Estudios/Artículos / Consejería/Crecimiento Espiritual/Familia / — Carlos / 2013-12-07 13:08:34 / 12049

La Influencia Que Nuestros Hijos Necesitan

La influencia que reciban nuestros hijos en el presente, será la tendencia de ellos en el futuro

(3: Continuación)

Como creyentes en Cristo, fluirá de nosotros lo que conocemos de Dios. Eso se llama experiencia o vivencia espiritual, es decir, lo que yo vivo en Cristo eso es lo que fluye de mí. Esto es algo que no se puede fingir ni ocultar con ningún perfume o desodorante. Es un olor espiritual que todos despedimos.

Este principio es una gran verdad espiritual para darnos cuenta que nuestros hijos reflejan no sólo nuestras virtudes o habilidades sino también nuestras debilidades y tendencia al pecado. Es por eso que aquí nos enfrentamos a un serio problema para resolver. A menos que vivamos a la altura de lo que Dios quiere, no podremos impartir una sana influencia en la vida de nuestros hijos. Ningún padre que se dice creyente en Cristo, tiene autoridad espiritual para formar a sus hijos si no está siendo formado paralelamente por Dios. Una buena pregunta para hacernos es: - ¿Qué clase de padre/madre soy? -

Sería bueno hacer un alto para tomar papel y lápiz, para pedirle al Espíritu Santo que nos ilumine y nos haga ver “tal como somos” para poder detectar cuales son aquellas debilidades que tengo, cuales son aquellas tendencias, vicios, cuales son aquellas heridas interiores que continúan abiertas sin sanar, cual es mi herencia generacional familiar. A menos que hayamos empezado a trabajar en esas áreas y empezar a ver los primeros frutos de esa siembra, no podremos influenciar para bien a nuestros hijos. Muchos de nosotros hemos pretendido formar a nuestros hijos cuando en realidad nosotros estamos “deformados” ¡Oh Señor, abre nuestros ojos como padres para que podamos conocernos y ver nuestra realidad espiritual y saber la clase de olor que despedimos!

La formación que nuestros hijos necesitan recibir y que nosotros los padres debemos brindarles:

  1. Una relación personal con Dios
  2. Formación de su carácter
  3. Formación social

Para eso es necesario:

A. Amar. Amar no es solo traer dinero a la casa para pagar los estudios y el mantenimiento de los hijos. Amar no es sólo dar besos y abrazos (aunque es de gran bendición hacerlo). Amar es aceptar totalmente como son nuestros hijos sin que haya ninguna pizca de rechazo hacia ellos. Amar implica también la expresión audible y palpable de nuestro cariño con besos, abrazos, caricias tiernas, etc. Amar también implica sacrificarse por el bien de ellos.

B. Instruir (Prov. 22:6). Principalmente con el ejemplo de vida. Instruir basados en nuestra honestidad, perdón, respeto, pudor, limpieza, prolijidad, valores espirituales.

C. Disciplinar (Prov. 19:18). Siempre la disciplina debe ser reformativa más que “castigadora”. La clase de disciplina que Dios aprueba siempre es con el propósito de formación posterior.

Quizás a esta altura el Espíritu Santo le esté revelando algunos de sus errores, negligencias y pecados, pero no se frustre pues es posible cambiar el rumbo. Siempre el Espíritu de Dios viene para darnos convicción y además la salida en Cristo.

Quizás usted esté pensando que ya es demasiado grande para cambiar o que ya se le paso el tiempo para poder cambiar su vida. Por el bien nuestro y el de nuestros hijos:

  1. Necesitamos cambiar el rumbo espiritual;
  2. Necesitamos cambiar nuestra óptica de la vida;
  3. Necesitamos entender el concepto espiritual-generacional de Dios, revelado en Su Palabra.

Siempre para cambiar hay que ir a la raíz del problema. Hechos 3:19-20 nos enseña la secuencia necesaria para un cambio genuino:
“así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado.”

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