Publicado en Artículos/Estudios/Estudios / Crecimiento Espiritual/Liderazgo / — Carlos / 2013-11-28 21:14:31 / 4684

Oportunidades Donde los Demás Ven Derrota

A Wilmar Palomares nadie lo presionó para que aceptara ser pastor en la iglesia del barrio Siete de Agosto, al oriente de Cali. Simplemente levantó su mano. Los demás pastores guardaron en silencio. Alguien sudó frío, pensando que tal vez lo nombrarían y por sujeción, le habría tocado hacerse cargo de aquella congregación.

Y era comprensible aquella actitud. El templo lucía abandonado, hacía falta emprender cualquier cantidad de reparaciones. En cuanto a la asistencia, no llegaba a veinte personas. Respecto a los líderes, era necesario llegar y poner en orden las cosas. Reinaba un desgano total. Todo esto sin profundizar en el hecho de que en los ingresos económicos que eran mínimos. Apenas alcanzaban para pagar las facturas por servicios de agua, energía y teléfono.

Al finalizar la reunión los ministros evangélicos se acercaron a Wilmer. Cada uno le dio unas cuantas palmaditas en el hombro, que no era fácil de precisar si eran una señal de solidaridad, un sentido pésame o la frase expresada con gestos y no con palabras, porque así habría sonado más duro: “Muchacho, no sabes en el lío que te metiste”.

Hoy es una congregación próspera. Su membresía crece de manera sorprendente. Soplan nuevos vientos. Dios respaldó a este joven pastor que vio oportunidades donde los demás veían sólo condiciones para el fracaso...

La verdadera fe

Hoy día es común escuchar un énfasis en la necesidad de caminar por fe y no por lo que vemos. “Yo creo en lo que todavía no puedo ver ni tocar”, dirá alguien para seguidamente recitarnos de memoria que “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). Pero al llegar el momento de poner en práctica ese sagrado postulado es cuando comprendemos en su real magnitud la enorme brecha que hay entre lo que decimos y lo que hacemos.

Pero ¿Qué ocurre cuando las circunstancias son difíciles y debemos llevar a los hechos nuestras pretendidas convicciones en el poder de Dios? Sencillo: Que muchos dudan, vuelven atrás o renuncian y se resignan al fracaso. Y esto es aplicable a los sueños ministeriales, las aspiraciones laborales y las metas y proyectos que trazamos diariamente.

Pero permítame adicionarle un nuevo ingrediente que torna difíciles las cosas:¿Qué ocurre cuando comienza a caminar hacia la materialización de un propósito y de pronto se encuentra luchando contra la corriente? ¿Sigue adelante? O quizá prefiere decir: “Hasta aquí llegué...”

Cambiar nuestra actitud

Un hecho indudable es que el triunfo es patrimonio de quienes avanzan sin detenerse por las dificultades. Es de aquellos que no se dejan vencer por la adversidad y cada vez asumen nuevos retos. Esta premisa tiene cumplimiento en el mundo secular, pero es particularmente eficaz y sorprendente entre los cristianos. Esto lleva a una primera conclusión: para vencer necesariamente y con ayuda de Dios, debemos cambiar nuestra actitud...

Pienso ahora en un triunfador de la antigüedad. Tenía un socio que antes que bobo, era muy vivo y además, ventajoso. No se andaba por las ramas: cuando había que escoger algo, siempre se inclinaba por lo mejor. En materia de negocios, siempre razonaba: primero yo, segundo yo... y tercero... pues yo....

Su socio, el vencedor, era más pausado. ¿A quién me refiero? A Abram y su sobrino Lot. La historia la hallamos en el libro del Génesis, capítulo 13 versículos desde el 1 al 17. Según el relato, las posesiones de ambos eran tantas, que decidieron separarse. No había suficiente espacio para los dos y, para agravar las perspectiva, sus colaboradores ya se estaban liando a puñetazos para zanjar las diferencia. Y fue en ese momento cuando Abram  tomó una decisión sensata. Le dijo a su sobrino que escogiera: “...Yo te ruego que te apartes de mi. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si ala derecha, yo a la izquierda” (versículo 9).

Parte 1 Parte 2

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