Publicado en Estudios / Liderazgo/Crecimiento Espiritual / — Carlos / 2013-11-16 06:10:44 / 3569

Cristianos íntegros en Una Sociedad Corrupta

(2: Continuación)

Buscar la excelencia

Un cristiano que se limita a cumplir exclusivamente con lo que le corresponde y generalmente no colabora cuando le piden ayuda en algo extra, está lejos de un principio que hallamos en la historia de Daniel.: “Y tanto se distinguió Daniel por sus extraordinarias cualidades administrativas, que el rey pensó ponerlo al frente de todo el reino” (versículo 3).

Hay personas que se ufanan de ser cristianas, pero son quienes menos colaboran en su puesto de trabajo, llegan tarde a laborar y son los primeros en irse, como si salieran huyendo. No demuestran solidaridad con sus compañeros. Ni siquiera desarrollan sentido de pertenencia por la empresa en la que están laborando. Trabajan por que les pagan su salario, pero no con una auténtica vocación de servicio.

Para tales creyentes el apóstol pablo escribió: “Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie de este mundo” (Colosenses 3:23). En resumen, en su desempeño secular el cristiano camina hacia la excelencia.

Cristianos intachables

Quienes rodeaban a Daniel, hombres impíos, sin Dios y sin ley, se sentían molestos por la actitud sincera y transparente de este joven.  Era un verdadero ejemplo en todo, ya que aunque buscaban algo de qué acusarlo, se veían frustrados: “mas no podían hallar alguna ocasión ni falta,  porque él era fiel, y ningún vicio ni falta fue en él hallado” (versículo 4b. Versión Reina – Valera, 1909).

¿Sabe lo que esto significa? Que este joven era hasta tal punto transparente, que nadie, absolutamente nadie, podía encontrar motivo para recriminarle. Jamás olvide que usted es cristiano no solo en la intimidad de su habitación, sino en lugares en los que piensa que nadie lo conoce o identifica.

Con demasiada frecuencia personas a quienes no creo conocer o definitivamente no recuerdo, me saludan efusivamente: “Hola pastor ¿Se acuerda de mi? Lo conocí en tal o cual lugar donde usted dio algunas conferencias”. Ellos quedaron con mi rostro grabado en su mente. ¿Se imagina qué ocurriría sin en el aparente anonimato no cuidara mi testimonio de fe? Nunca sabemos quién nos conoce, no lo olvide.

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