Publicado en Artículos / Reflexiones / — Carlos / 2013-11-16 14:26:39 / 7078

¿Cuánto Vale Su Alma?

Era breve, sin adornos, duro, insólito. Aparecía en la pantalla de Internet. No, no podía ser una equivocación: “Vendo mi alma. Desde ahora y para siempre. Escucho ofertas. La vendo a quien más ofrezca. Escucho ofertas”. Una subasta pública. La decisión de negociar el alma por la eternidad a cambio de fama, placer o unos cuantos pesos...

¿Una broma macabra? Tal vez. Lo cierto es que junto con un correo electrónico al cual escribir ofertando, aparecían las propuestas que habían llegado.

Esta es una de las miles de propuestas que se publican diariamente en la red. Aparecen anuncios inverosímiles que van desde el joven que subasta su virginidad, la puesta en venta de las uñas de Ray N., condenado a muerte por el rapto y violación de cinco jovencitas en 1979, pasando por el hombre que ofrece a su esposa universitaria de 23 años para pasar la noche con el mejor postor a cambio de dinero para pagar la hipoteca de su casa, hasta llegar al  chico de 16 años que se vende como esclavo para realizar oficios domésticos.

Anuncios increíbles que desconciertan a los lectores. Muchos coinciden en poner en subasta su alma, el sentido del humor, su libertad e incluso algo tan incierto como el futuro.

Esclavos de los tiempos modernos

Hoy día pareciera que no se valora el alma. Se juega con el mañana. Nada importa. La vida se pone en peligro por mero placer.

En un país suramericano todavía están frescos los recuerdos de la trágica muerte de una ex reina de belleza. Ocurrió en una noche de fiesta entre amigos. Pasada la medianoche, cuando el alcohol hizo su efecto, alguien extrajo un revólver. A continuación hizo una propuesta inusual: apostar la vida. Lo que en algunas naciones se conoce como la ruleta rusa. Sólo dejaron un proyectil en el tambor del arma...Nadie dijo nada, nadie lo impidió. Un juego más, pensó alguno.

El sonido sordo del “clic” se repitió una, y otra, y otra vez. El afortunado respiraba tranquilo. No le había tocado pagar la apuesta. Y llegó el turno para  la joven. Accionó el gatillo...y se disparó la bala. El estallido retumbó en todo el edificio de apartamentos. Cayó a un costado del sofá, con destrozos en el rostro. El incidente fue tomado de la vida real.

¿Le horroriza? A mí también...Pero sorpréndase: este hecho se repite a diario. Ocurre con el hombre o la mujer que intoxican su organismo con alcohol, drogas, cigarrillo o quizá cuando de manera irresponsable conduce su auto a altas velocidades. Ocurre cuando sin precauciones cruzamos una avenida o tal vez cuando se incurre en prácticas sexuales indiscriminadas e incontroladas, producto del adulterio y la promiscuidad.

Parte 1 Parte 2

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