Publicado en Artículos/Estudios / Liderazgo/Vida Cristiana / — Carlos / 2013-12-15 11:31:54 / 11916

Líderes Con Actitud de Siervos

(2: Continuación)

El apóstol Pablo sabía que había sido llamado para eso, por eso dijo en 1 Corintios 2:3-5 “Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; 4 y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, 5 para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.”

Note la actitud de Pablo, lo único que le interesaba no era demostrar si tenía una presencia impactante, elocuencia, magnetismo o carisma personal sino en que todos pudieran quedar impactados por el poder de Dios y el pasar desapercibido. Precisamente esa es la misión de un canal de Dios: Pasar desapercibido y que solo Dios sea reconocido.

La norma Neo testamentaria de impacto o éxito ministerial era la capacidad de ministrar, soltar, el poder de Dios para que Su Gloria se manifieste. Así lo enseña 1 Pedro 4:11 “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.”

Debemos gozarnos por todos aquellos a los cuales Dios utiliza por todo el mundo y porque cada uno de nosotros seamos también utilizados por el Señor, pero no debemos perder nuestra óptica espiritual, la óptica de Dios, que es que seamos vasos y a la vez canales invisibles para dejar dondequiera que vayamos “el olor de Jesús”, la fragancia del Espíritu Santo, el impacto de Su presencia, la manifestación de Su Gloria.

¿Adónde quiero llegar con todo lo que le estoy compartiendo? Que cualquier intento de despliegue humano para buscar promoción personal significa lisa y llanamente abaratar el llamado que hemos recibido de Dios y poner trabas para que su Gloria se manifieste.

El Espíritu Santo nos está invitando en éste tiempo a que nos examinemos a la luz de la Palabra de Dios, para que podamos detectar si existen cosas que están frenando o deteniendo el derramamiento de Su Gloria.

Por eso, a continuación quiero detallar algunas características o rasgos de nuestra personalidad, que si no los controlamos y eliminamos de nuestras vidas, pueden frenar, limitar o directamente eliminar el fluir de la presencia de Dios y el impacto de su Gloria:

1. El egoísmo
El egoísmo en la vida de un siervo de Dios es una gran trampa, pues le impulsa a querer ser siempre el primero y mejor, a ser el que siempre tiene que estar solo al frente para que todos los demás estén debajo de él y sean sus “segundos”.

Recuerdo a un pastor para la cual trabajé por algunos años que siempre predicaba de la “gloria del Segundo lugar”. Predicaba sobre esto, ¡pues él quería ser siempre el primero en todo y tener a todos bajo de su autoridad en un estilo autoritario!

La personalidad egoísta nunca quiere trabajar en equipo ni considera a los demás co-iguales a él. Solo “sirve” si es el que lleva la delantera en todo o es el “principal” en una congregación o ministerio. ¡Muchos cuidado! ¡Todos podemos ser así si nos descuidamos!

Miren lo que dice la Biblia:
1 Corintios 13:5: (el amor que fluye de Dios) “no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;”

Filipenses 2:21: “Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús.”

El egoísta busca siempre lo suyo primero por sobre los demás. Utiliza las cosas del reino de Dios para su propia gratificación, sin importarle nada más. En su mente y corazón el Señor no está en primer lugar.

2. El orgullo – altivez – soberbia
Esta debilidad de carácter se manifiesta generalmente por lo que decimos tanto arriba cómo debajo de la plataforma. Manifestamos orgullo, altivez y soberbia por lo que decimos y por nuestras actitudes.

Los otros días escuchaba a un predicador “grande y famoso” predicar en una conferencia y la enseñanza era estupenda, pero en un momento acotó algo donde demostró su personalidad altiva. Él dijo: “…. Nosotros, los que hemos sido llamados a hablar a multitudes….” Esto fue muy sutil y casi imperceptible, pero lo que estaba diciendo en realidad era “yo fui llamado a hablar a multitudes y ustedes no”. ¿Qué es eso? Un destello carnal de orgullo y altivez que opaca el fluir del Señor. ¡De esto tenemos que cuidarnos!

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