Publicado en Artículos/Historias/Testimonios / Evangelizar/Reflexiones/Esperanza / — Carlos Mason / 2015-03-16 15:54:03 / 11331

¿Estamos Listos Para la Cosecha de Almas?

Le invito a leer el siguiente relato real que en mi caso personal me ha hecho replantear algunas cosas acerca de si como iglesia estamos realmente preparados para recibir la cosecha de almas. Léalo y que el Espíritu Santo pueda darle entendimiento de la dimensión del amor que Dios tiene por los perdidos, como lo dice Juan 3:16

(3: Continuación)

Ella estaba allí porque Jesús estaba allí. Ella había escuchado en las calles que había esperanza en Jesús para la peor persona. Oyendo que Jesús estaba cerca, una fuerza imparable la hizo ponerse a sus pies. Mientras ella estaba en Su presencia, la esperanza brotó y toda la pena que ella cargaba debido a su conducta la hizo comenzar a llorar. Sus lágrimas accidentalmente cayeron en los pies sucios de Jesús (que los anfitriones no habían mostrado la mínima cortesía de lavarlos como era la costumbre).

La tensión en la sala crecía, todos se miraban cuando ella cayó de rodillas a los pies de Jesús y comenzó a lavar sus pies con su pelo. Ella tomó una botella de aceite mezclado con perfume, puso aceite en sus manos y amablemente frotó los pies de Jesús, besándolos mientras los ungía con perfume.

Jesús está sentado allí, sin sobresaltarse, con los ojos fijos en los fariseos, esperando la reacción de ellos, conmocionados, con sus ojos llenos de fuego condenatorio y sin misericordia.

Simón no podía soportarlo más. Lo ocurrido estaba probando lo que pensaba. El murmuró para sí mismo y sus invitados “más respetables”. “Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora”. (v. 39).

En otras palabras, él pensaba que si Jesús fuera verdaderamente un profeta, el sabría acerca de los escandalosos pecados sexuales de ella, y estaría horrorizado, pero Jesús no estaba conmocionado ni horrorizado.

Ahora, tenemos que darnos cuenta que esto era una situación controversial. Imaginemos a una conocida prostituta buscando a tu pastor, besando sus pies y frotándolos con aceite luego de la reunión del domingo. Es probable que sería el último domingo del pastor en esa iglesia y la gente le hubiera puesto un punto final lo mas rápido posible. ¿Qué estaba pensando Jesús? ¿Por qué él no se horrorizaba como el resto de los religiosos?

Jesús mira el corazón. Es cuestión del corazón. Jesús confrontó los corazones carentes de amor de sus invitados y amigos mientras esta mujer le demostraba un corazón radiante de amor. “Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? (vv. 40-42)

“Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado” (v.43).

“Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama.” (Lucas 7:41–47)

¡Todo es cuestión de amor! No olvidemos lo que Jesús nos quiso mostrar: Si verdaderamente reconocemos cuánto le costó a Dios perdonarte, fluirá desde nuestro corazón ese mismo amor para darlo a otros que necesitan más de lo mismo.

¡Todo es cuestión de amor! No un amor que ignora la podredumbre y el daño que ha destrozado la imagen de Dios, ¡sino un amor que reconoce el Amor misericordioso que Dios le ha dado a una pobre persona como soy yo!

El gran amor de Dios trae Gracia y Verdad juntamente para dar esperanza a un mundo hundido que necesita del perdón y la restauración.

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Tomado de: No se permite gente perfecta.
Escrito por: John Burke pastor de ’Gateway Church’ de Austin, Texas.
Traducido por: Ritchie Pugliese.
Revisado por: Carlos Mason.

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