Publicado en Artículos / Sermones / — Carlos / 2013-12-25 15:34:34 / 11017

Hablando la Palabra de Fe a la Adversidad

Hay un pasaje en el Nuevo Testamento muy particular, en el que Jesús es sorprendido por la declaración de fe hecha por un militar romano. Dice Mateo 8:5-10: “Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aún en Israel he hallado tanta fe”.

Este centurión romano sorprendió a Jesús por la calidad de fe que tenía. Él no fue a pedirle a Jesús que fuera a su casa para sanar a su siervo, quien había sufrido una parálisis; sino que le pidió: “Di tu palabra, y estoy seguro que mi siervo sanará”. Veamos, por qué, el centurión estaba tan confiado de que el milagro ocurriría si Jesús daba la orden. Él le dijo a Jesús que era un militar bajo autoridad y que sabía obedecer órdenes, pero que también tenía soldados bajo su autoridad, y ellos obedecían sus órdenes. Metafóricamente le estaba diciendo: “ Jesús, lo que tú digas ocurrirá porque no hay otro ser en el mundo que tenga más autoridad que la que tú tienes. Por lo tanto, lo que digas, eso sucederá exactamente como lo hayas declarado”. Y Jesús, ante tal afirmación, tomó como ejemplo la fe del centurión, y remarcó que en todo Israel no había hallado a alguien con la misma fe.

El centurión no fue a buscar a Jesús como un milagrero, o como un curandero, él pudo entender que Jesús era el Verbo de Dios, que Él era la Palabra de suma autoridad de Dios, ciertamente Jesús es la Palabra viva de Dios encarnada en un cuerpo humano. Por eso todo aquel que cree en la Palabra de Dios, está creyendo en Jesús; y todo el que cree en Jesús, es como la “oveja”, que al oír la voz de su Pastor, le sigue. Cuando leemos la Biblia y dejamos que la Palabra penetre nuestra mente y se arraigue en el corazón, empezamos a experimentar que lo que leemos es más que un texto didáctico o de enseñanzas, sentimos que nuestra alma recibe nutrición y revelación, y así la Palabra comienza a movilizar nuestro ser. Esto trae una gran convicción a nuestro corazón, y comenzamos a tener la certeza de que la Palabra que leímos tiene vida propia. Entonces, si lo que leemos es una promesa de milagro, empezamos a tener la visión de que ya sucedió, pues la fe trae una convicción perfecta. Uno de los aspectos más importantes de nuestra vida de creyentes, es creer a cada Palabra que Dios enciende en nuestro corazón.

Volviendo al centurión, él era un militar que tenía bajo su mando a 100 soldados. Podemos deducir, por la preocupación que manifestaba por su siervo paralítico, que tenía un corazón compasivo y amaba a ese siervo. Él le explicó a Jesús, que cada orden que daba a sus soldados era obedecida sin ningún cuestionamiento. Ellos sencillamente acataban sus órdenes y las cumplían. Pero cuando se encontró ante el ataque que paralizó a su siervo, aunque él diera órdenes a la enfermedad, esta no le obedecería. Cuando oyó hablar de Jesús, y escuchó que las enfermedades y los demonios se sometían a todo lo que Jesús decía y ordenaba, tuvo la certeza de que Jesús era el único que tenía autoridad para ordenar a la parálisis que abandonara el cuerpo de su siervo para que recuperara su salud. Jesús se maravilló, y admiró al centurión romano. Él no era un descendiente de la fe de Abraham, sin embargo, Jesús encontró la fe suficiente y aún mayor, para hacer el milagro de sanidad en el siervo del centurión. Y esto, era una vergüenza para Israel, donde había tan poca fe en el Hijo de Dios.

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