Publicado en Estudios/Historias/Estudios / Experiencias / — Carlos / 2013-11-17 11:07:28 / 4730

¡Libertad Espiritual en Un Cuerpo Libre!

Anselmo Quiroz escapó una decena de veces de igual número de penales. Un “Papillón” criollo, diría el juez al referirse al célebre evadido que inmortalizó el escritor Henry Charriere.

Su cuerpo testimoniaba lo traumático de cada intento de huir: cicatrices en el rostro, la espalda, una lesión en las piernas, y las consecuencias de su último y fallido escape: perdió la vida. No resistió el impacto tras saltar de un muero de tres metros.

Anselmo elaboró cuidadosamente su plan por espacio de cuatro meses, todo salió a perfección, pero no previó que su caída sería fatal.

“Murió preso de si mismo” explicó el director de la prisión, en un remoto pueblecito del Ecuador.

La frase me dio vueltas en la cabeza por mucho tiempo:”Murió preso de sí mismo”, “...de sí mismo”.¡Tenía toda la razón! Hay por lo menos dos formas de estar prisionero...

1. Libres físicamente, pero prisioneros espiritualmente

Junto a usted hay centenares de personas que si bien pueden desplazarse a donde quieren, sin restricciones, interiormente viven atados, prisioneros de una cárcel de la que difícilmente pueden salir.

Están bajo condena a cadena perpetua. Son prisioneros de la amargura, de la frustración, de las crisis emocionales, de la sensación de vacío, de la soledad y cuantas emociones reprimidas pueda imaginar.

Usted encuentra estos convictos por todas partes: el el metro, en la oficina, en el barrio, incluso allí en el autobús. Sus reacciones revelan que caminan en un laberinto sin salida...

El salmista David lo describió así:”Mis lágrimas son mi pan de día y de noche, mientras me echan en cara a todas horas:¿Dónde está su Dios?. Y también:”Se me afligía el corazón y se me amargaban los ánimos” (Salmos 42:3 y 73:21. Nueva Versión Internacional).

¿Cristianos prisioneros?

Los hay. Asisten a la iglesia, cantan durante los períodos de alabanza e incluso, leen la Biblia. Pero siguen igual. En sus vidas no se produce un cambio, Tienen raptos de ira incontrolada, caen con frecuencia bajo el peso de los vicios, expresan todavía palabras soeces y sienten que aquello de amar y perdonar al prójimo no pasa de ser teoría.

¿Las causa? Dependen de sus capacidades humanas, de su religiosidad y no de Dios. Por esa razón, caen y se sienten frustrados. Su perspectiva cambia: dejan de tener gozo y se vuelven tristes y proclives a la depresión.

Parte 1 Parte 2

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