Publicado en Cursos / — Carlos / 2014-02-25 11:40:58 / 4684

Lección 3: LAS REFERENCIAS SOBRE JESUS EN EL NUEVO TESTAMENTO

(4: Continuación)

Tema 3: JESUS EN HECHOS DE LOS APOSTOLES

El libro de Los Hechos nos abre sus puertas contándonos acerca de los momentos últimos de Jesús en este mundo después de haber resucitado.

En una de sus posteriores pláticas con los once discípulos, les ordenó que no salieran de Jerusalén, es decir que no se dispersasen. Que permanecieran juntos en armonía orando y esperando que él derramara sobre ellos el Espíritu Santo que ya les había prometido, Juan 14:16-26.

Probablemente los discípulos tenían conocimiento del ascenso del Señor a la presencia del Padre, pues él les había informado a través de María, enseguida de resucitar (Juan 20:17,18). Esto se hizo realidad ante las miradas estupefactas de aquellos once. Léalo en Hechos 1:9.

Tambien tenián la promesa de que, una vez en el cielo, les mandaría el Consolador. Y así sucedió (Hechos 2:2-4).

Primer discurso de Pedro.

La siguiente referencia a Jesús la extraemos del discurso pronunciado por Pedro, dirigido a los judíos venidos de todo el mundo a Jerusalén, con motivo de Pentecostés. Bajo el poder del Espíritu Santo, el apóstol testificó enérgicamente de Cristo. Comenzó afirmando que Dios lo había confirmado realizando a través de él señales y maravillas (Hechos 2:22).

Pedro investido de valor divino les habló con dureza induciéndoles a reflexionar sobre su culpabilidad por haber matado a Jesús (Hechos 2:23). Pero, les declaró que el Padre no permitió que la muerte se adueñara de él y lo había resucitado con poder (Hechos 2:24-32). También les dijo que no sólo le volvió a la vida, sino que le devolvió la gloria eterna. Como fundamento citó las palabras del salmista (Salmo 16:8-11).

Primera sanidad invocando el nombre de Jesús. Caps. 3 y 4.

Pedro y Juan demostraron el gran poder del nombre de Jesús cuando, en lugar de una limosna, hicieron posible que un hombre impedido de caminar de nacimiento, tuviese las energías, movimiento y estabilidad normales para andar sobre sus piernas. Tal milagro provocó un alboroto inusitado entre la gente que lo presenció. Era tan inmensa la felicidad de aquel hombre al experimentar por vez primera en toda su vida el placer de caminar libremente, que anduvo por todos lados en el pueblo. Unos a otros se comentaban un tanto incrédulos lo sucedido, hasta que corrió el rumor de tal manera que todo el pueblo se enteró. Es decir, la gran mayoría de los habitantes de aquel lugar oyó del milagro y muchos lo corroboraron con sus ojos. Fue tan grande la conmoción que la multitud se agolpó a la entrada del pueblo. El beneficiado con la sanidad preso de la emoción y la gratitud, saltaba y no se soltaba de las manos de los dos apóstoles. Los presentes no pudieron menos que atribuir el prodigio a Pedro y a Juan como poseedores de la virtud sanadora.

Pedro, consciente de aquella situación y provisto de la autoridad que le infundió el Espíritu Santo, se dirigió al público para ofrecerles una explicación de lo ocurrido. Declaró que no eran ellos los causantes de la sanidad. Y allí, decididamente, comenzó a proclamar el poder del nombre de Jesús. Inculpó a aquellos hombres de haber dado muerte al Autor de la vida y les instó a arrepentirse de haber cometido aquel acto criminal, aunque sabía que lo habían hecho por ignorancia como así también los gobernantes. Luego apeló a la memoria de ellos recordándoles de sus privilegios por integrar el pueblo escogido por Dios. A ellos, les dijo, envió Dios a su Hijo en primer lugar, para bendecirles otorgándoles el perdón por su maldad si en realidad se arrepentían.

Los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos, opositores acérrimos de la fe en Jesús, al enterarse de lo acontecido, ordenaron la detención de Pedro y Juan. Al día siguiente, tanto las autoridades civiles como religiosas se reunieron en concilio para interrogar a ambos acusados. Su interrogación consistía en esta pregunta: “¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?” La respuesta no se hizo esperar: “...en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano” (Hechos 4:10).

Los gobernantes, ancianos y escribas sintieron admiración por el fervor exteriorizado en estos dos hombres y entendieron que esta era la causa del impacto provocado en los que los escuchaban. Era su experiencia personal con Cristo lo que despertaba la admiración de la gente, independientemente de la instrucción secular que poseían.

Señor, permite que el mismo fervor de aquellos discípulos sea lo que nos motive a testificar de Cristo y a transmitir nuestra experiencia real con él.

Un testigo fiel.

Más adelante, en el capítulo 7, encontramos el heroico relato de un hombre cuyo amor por Jesús, le infundió valor y coraje para asumir el costo que esto implicase. Tuvo que pagar nada menos que con su vida. Antes de morir, miró al cielo y tuvo la visión de la gloria de Dios. Vio además a Jesús allí a su diestra. Creo que esto significó para Esteban un hermoso premio a su valentía.

El etíope que conoció a Cristo. 8:26-39

Un eunuco, funcionario de la reina Candace, Etiopía, fue a Jerusalén para cumplir con sus votos de devoción a Dios. Posiblemente era una costumbre que él observaba periódicamente.

El amaba a Dios y le adoraba de corazón aunque no entendía el mensaje expresado en lenguaje profético en las escrituras del Antiguo Testamento. El Espíritu Santo le impulsó a leer en su viaje de regreso, un párrafo en el libro de Isaías en el capítulo 53:7,8, que consiste en una predicción acerca de los padecimientos de Jesús antes de su muerte redentora.

Las primeras palabras de dicha porción rezan así: “Como oveja a la muerte fue llevado; y como cordero mudo delante del que lo trasquila...” V.32 ¡Qué enigma incomprensible!. Este hombre no podía comprender el significado de este escrito. Pero Dios en su infinita presciencia no dejó a aquel individuo sin la debida explicación. Mediante la dirección del Espíritu Santo condujo a su siervo Felipe, en ese preciso instante, hasta el carro en que se transportaba el etíope. Para sorpresa del extranjero, Felipe le interceptó en su marcha, se acercó a él y le preguntó: “...¿entiendes lo que lees?” Ante su negación, el enviado del Señor se sentó a su lado y se dispuso a explicarle la obra expiatoria de Jesús, al que aludió Isaías en el pasaje antedicho. Aquel hombre creyó con fe en el verdadero Mesías y se convirtió al evangelio.

PREGUNTAS Y EJERCICIOS

3.5 - Responda.

1. ¿Quién testificó de Jesús hasta la muerte?

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2. ¿Quién era el etíope que conoció a Cristo?

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3. ¿A qué profeta leía el etíope en el carro?

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4. ¿Qué evangelista predicó al etíope?

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Tabla de Contenido:

CRISTOLOGIA: La Vida de Jesucristo: Prólogo

Lección 1: EL MISTERIO DIOS-HOMBRE

Lección 2: LAS REFERENCIAS SOBRE JESUS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Lección 3: LAS REFERENCIAS SOBRE JESUS EN EL NUEVO TESTAMENTO

Lección 4: LAS REFERENCIAS SOBRE JESUS EN EL NUEVO TESTAMENTO (2)

Lección 5: LAS REFERENCIAS SOBRE JESUS EN EL NUEVO TESTAMENTO (3)

Lección 6: LAS ETAPAS DE LA VIDA DE JESUS

Lección 7: LA SABIDURIA DE JESUS

Lección 8: LOS NOMBRES, TITULOS y DESIGNACIONES PARA JESUS

Lección 9: LA OBRA DE CRISTO PRESENTE y FUTURA

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