Publicado en Cursos / — Carlos / 2014-02-25 14:06:13 / 11707

Lección 6: LAS ETAPAS DE LA VIDA DE JESUS

(6: Continuación)

Tema 5: DESDE LA AGONIA A SU RESURRECCION

Las autoridades religiosas se declararon abiertamente en contra de Jesús. Faltaban dos días para que judíos de todo el mundo arribasen a Jerusalén con motivo de celebrar la pascua. En las mentes y corazones de aquellos opositores había madurado el deseo malvado de quitar de en medio a aquel hombre nazareno que se interponía en sus fraudulentos proyectos.

Satanás encegueció la visión espiritual de aquellos hombres a tal punto, que ansiaban destruir al Autor de la vida.

Aunque ya estaba decidida la sentencia contra el inocente Jesús, estos líderes temían dar a conocer sus intentos pues no desconocían que él tenía muchos adeptos que lo defenderían. Tal vez en esos momentos de profundo significado religioso, la gente que estaba en la ciudad en aquellos días, se encontraría en una condición muy susceptible en que sus emociones se inclinarían hacia todo lo sagrado y temerían ofender a Dios. Posiblemente aquellos seudos religiosos intuyeron el estado de ánimo en la gente.

Según nos relata Mateo el ardid planeado para arrestar, condenar y matar al Señor fue pospuesto para más adelante. Es decir, el momento ideal sería cuando terminase la fiesta y los inmigrantes regresaran a sus países respectivos y todo volviese a su cauce normal. Esto aplacaría en parte las sospechas del público.

Agonía de Jesús.

Jesús era consciente de que llegaba a su fin el período estipulado por el Padre para su ministerio. A través del Espíritu Santo fluyendo en todo su ser él podía percatarse del tiempo y las sazones prescriptos en los planes de Dios. Además, si usted lee detenidamente los evangelios encontrará la mención de que el Señor conocía los pensamientos de la gente y las intenciones escondidas de sus corazones.

Esta facultad concedida por el Espíritu de Dios le permitió conocer los designios traidores de uno de los doce que le seguían. Cristo sabía que Judas sería quien prestaría sus servicios a los guías religiosos a cambio de treinta monedas de plata, precio exigido por éste para hacer posible el arresto de Jesús como un vulgar criminal.

En momentos en que el Señor celebró la cena junto a los doce, manifestó a Judas el conocimiento que él tenía de su inminente traición. Próximo a este hecho, tal como acostumbraba, se dirigió al huerto de Getsemaní, en el monte de los Olivos, acompañado por los once que le seguían fielmente. Su propósito esta vez era derramar su angustia profunda en la presencia del Padre y expresarle a su vez el deseo de evitar aquel paso tan difícil de asumir la culpa por los pecados de todos los hombres. Pero aún así, pese al costo tan elevado de aquel sacrificio, estaba dispuesto a someterse en obediencia al Padre.

A fin de compartir momentos tan íntimos y especiales, escogió a los tres discípulos que podrían comprenderle y respaldarle en oración (ellos eran Pedro, Jacobo y Juan). La carga espiritual que soportaba el Señor era de tal magnitud que, según relata Lucas, “...era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (22:44).

Un detalle importante: un ángel de Dios vino hasta él para renovar sus fuerzas (v.43)

Los tres “compañeros” que estaban tan cerca del Maestro en aquellos instantes, no pudieron “acompañarle” realmente. Tres veces él les pidió que velaran y oraran con él.

Tanto Pedro, como Jacobo y Juan conocían la razón de la tristeza de Jesús. La misma causa apenaba sus corazones. No podían concebir la idea de no tener más a su líder con ellos. Por ese motivo, debido a su pena, no tuvieron fuerzas suficientes para mantenerse despiertos velando (Lucas 22:45).

Ya no tenían más tiempo para sacudir el letargo y reaccionar. Cristo sería entregado a la voluntad de hombres perversos. ¡Ya llegaría Judas con la turba que lo llevaría arrestado!

Arresto de Jesús.

¡Qué hecho vergonzoso!. Pensemos un poco en lo doloroso que sería para Cristo que uno de quienes compartió con él tantos momentos de su vida, se acercara ahora como si fuese un amigo, pero esta vez para asestarle un golpe que significaría un paso más hacia la muerte. Ese ataque tomó la forma de un beso hipócrita.

¡Treinta monedas de plata! Qué barato costó renunciar a la bendición de estar tan cerca del corazón de Jesús.¡Detestable dinero! Lea en el Salmo 55:12-14 donde encontramos una profecía anunciando la decepción que experimentó Cristo ante la traición de Judas. En 1 Timoteo 6:10 dice que el amor al dinero genera toda clase de cosas malas y que la codicia del mismo provoca en algunos el alejamiento de Dios; y por ese motivo sufren después consecuencias dolorosas.

Jesús demostró visiblemente cuán manso era. Como dice el profeta Isaías (cap. 53), él marchó como oveja al matadero, sin oponer resistencia. El sabía que miles y miles de ángeles podrían presentársele en “un abrir y cerrar de ojos” para pelear contra sus enemigos y defenderle. Sólo se necesitaría que él expresara esta petición. Pero en ningún momento él cedió a la tentación de procurar su propio bienestar. La voluntad del Padre superaba su necesidad en esa hora, y el clamor de un mundo perdido en el pecado que gritaba en su conciencia.

Uno de los discípulos puso de manifiesto su carácter temperamental ante un hecho tan injusto y quiso actuar expresando su repudio. Sacó su espada movido por el furor. Malco, el siervo del sumo sacerdote, fue la víctima del ataque de Pedro. El Señor guiado siempre por su misericordia, extendió la mano y le devolvió el miembro de su cuerpo que había sido amputado. El Señor doblegó su espíritu y en contraste con los ánimos enfurecidos de los entregadores, les siguió silencioso hasta el estrado del sumo sacerdote. Allí comenzaría el juicio en su contra.

Juicio de Jesús.

a. Jesús ante el sumo sacerdote. Preso en gruesas cuerdas con que le ataron los soldados, Cristo fue llevado ante el sumo sacerdote. Este como representante de la religión judía, tuvo a su cargo la interrogación en público del acusado. Era preciso conocer la versión de éste respecto a las causas que pesaban en su contra.

Los fariseos y saduceos, como también los escribas, lanzaron contra él severas acusaciones. Pero entendemos que éstos no se habían puesto de acuerdo para proferir las calumnias ya que se contradecían entre sí.

Jesús, controlado por su mansedumbre, no procuró presentar ninguna explicación en defensa propia. El estaba dispuesto a soportar todo tipo de escarnios y desprecios, consciente de que las huestes de las tinieblas se habían desatado para llevarle hasta esa altura en sus padecimientos. De este modo, como él lo dijo anteriormente, se cumplirían las Escrituras.

Notamos que el Señor se limitó a responder a las preguntas sensatas. En Marcos 14:61,62, leemos: “Mas él callaba y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Y Jesús le dijo: Yo soy...”

b. Ante Pilato (gobernador de Judea). El fallo final estaría en manos de la autoridad que correspondía: el gobernador de la provincia de Judea. A él le fue conferida la facultad de libertar o condenar a muerte a los delicuentes (Juan 19:10).

Una vez al año Pilato convocaba al pueblo en ocasión de celebrarse el último día de la pascua. Esto lo vemos a través del pasaje relatado por Juan (18:29 - 19:16). Notamos que fue muy difícil para Poncio Pilato emitir un juicio contra Jesús. Luego de procurar encontrar una razón justa que afianzara la causa por la que el Señor era sentenciado de tal manera, Pilato no encontrando ningún fallo en su contra, se presentó ante el público y les dijo: “Yo no hallo en él ningún delito” (V. 38).

¡Qué actitud cobarde! ¡Dejarse guiar por su conveniencia! Sabía que Cristo era el Mesías verdadero, el único Hijo de Dios, sin embargo le importó más conservar el prestigio ante tus súbditos y gobiernos contemporáneos (Juan 19:12-14). No ignoraba que aquel inocente había sido acusado sólo por envidia de los llamados dirigentes religiosos (Mateo 27:18). Por último, vemos que tanto él como su esposa libraron en su interior un intenso conflicto por causa de él.

Por una parte trataban de soltar a Jesús y no manchar sus conciencias con su sangre inocente. Pero... casi, casi... actuaron rectamente. Sin embargo, pudieron más los designios de aquellos religiosos dominados por la ceguera espiritual, quienes coaccionaron al pueblo judío (Mateo 27:20) impulsándolo a gritar: “¡Sea crucificado!” (Mateo 27:23b.)

La gente pidió la condena para Jesús y la libertad para aquel preso que provocaba terror, Barrabás (Mateo 27:21,22).

Nos enfrentamos a este suceso en que triunfa una decisión injusta y nuestros corazones se cargan de sentimientos de indignación. No obstante sentimos consuelo al escuchar las palabras de Jesús: “... para que se cumplan las Escrituras...”

Crucifixión y muerte de Jesús.

Nos enfrentamos a un acontecimiento cuya contemplación opaca nuestras emociones y que a la vez está revestido de solemnidad. Nos referimos aquí a las circunstancias involucradas en el proceso que tuvo lugar desde que Jesús recibió la sentencia de morir como un maldito, hasta el momento en que expiró sujeto con clavos a una cruz.

Cada hombre condenado a morir de esa manera, debía cargar con el peso de aquellas rústicas maderas hasta llegar al lugar destinado para cumplir su pena.

Cristo llevaba la cruz que los soldados le habían cargado sin piedad sobre las espaldas, pero él ya no tenía fuerzas, no podía seguir adelante. Quienes le llevaban comprendieron que sería inútil obligarle a hacerlo, por eso le pidieron a un hombre llamado Simón que se hiciese cargo de transportarla. Este caminaba lentamente tras Jesús.

Dos criminales morirían también en esa oportunidad. Cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, crucificaron al Señor y a estos dos hombres, uno a su derecha y otro a su izquierda. Seguidamente de clavar las manos y los pies del Señor, los soldados comenzaron a proferir burlas y a escarnecerle vilmente.

Nos conmueve ver la reacción del Señor ante este trato injusto cuando le escuchamos dirigirse a Dios con estas palabras: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” Lucas 23:34. Realmente Cristo sabía cuán cegados estaban los entendimientos de aquellos hombres. Pero en su ignorancia, ellos estaban cumpliendo un papel que era necesario en la realización de los planes de Dios, predichos en las Escrituras.

Encima de la cabeza de Jesús, Pilato colocó un título que decía: “JESUS NAZARENO, REY DE LOS JUDIOS” (Juan 19:19b.) Al leerlo un grupo de judíos, presentaron esta objeción: “No escribas: Rey de los judíos; sino, que él dijo: Soy Rey de los judíos”. El gobernador, esta vez con firmeza y autoridad, les respondió que él no podía volverse atrás de lo que ya había escrito. Posiblemente la conciencia le recriminaba su debilidad de carácter durante el juicio final del Señor, cuando su intervención hubiese sido tan decisiva en cuanto a la suerte que éste correría.

Respecto a las vestiduras de Cristo, leemos que los soldados echaron suertes y las repartieron entre sí como fue profetizado por el salmista, en 22:18.

La madre de Jesús en escena.

Un detalle que despierta nuestra admiración es la preocupación de Jesús por su madre. El sentía responsabilidad por el cuidado de aquella mujer. Posiblemente era el hijo que más solicitud tenía para con ella. La presencia de Juan que era tan amado por él, le inspiró tranquilidad al pensar que María podía estar segura bajo su cuidado. Además él expresó que estaría muy conforme si Juan ocupaba su lugar como hijo.

Después de beber el vinagre que le dieron para aplacar la sed, el Señor exclamó con pleno convencimiento “Consumado es” (Juan 19:30), sabiendo que no había nada más por hacer. Ya podía entregar su espíritu al Padre con la seguridad que había cumplido con su perfecta voluntad. De este modo murió el Hijo de Dios.

En una manera asombrosa, de súbito, se rompe el velo que estaba en el templo con el propósito de aislar la presencia de Dios de los hombres.

Participación de la creación.

La creación se unió a toda la conmoción que implicó este singular evento. El cielo se tornó tinieblas. La tierra tembló y se abrieron grandes grietas que dejaron al descubierto los sepulcros de personas que habían muerto delante de Dios. Aquellos cuerpos cobraron vida y aparecieron en Jerusalén a la vista de mucha gente.

Un centurión que estaba entre los soldados al lado de la cruz, al presenciar tantos hechos asombrosos, expresó junto a otros que también estaban admirados: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”.

También leemos que muchos testigos presenciales, quienes contemplaron cada hito de la agonía del Señor, se alejaron del lugar golpeando con remordimiento sus pechos. De esa manera indicaban cuán depravados habían sido al pedir la pena de muerte para quien era el bendito Hijo de Dios.

Sepultura de Jesús.

Instantes después que Jesús expirara, un hombre muy devoto que pertenecía al concilio del pueblo, se preocupó por dar sepultura al cuerpo de su Señor. Aquel varón se llamaba José de Arimatea. Aunque él fue testigo de todas las instancias involucradas en el juicio abierto contra Jesús, su criterio no fue compatible con los demás miembros de aquel organismo religioso (Lucas 23:50,51). Este varón era bondadoso y temía a Dios. También dice la Escritura “que esperaba el Reino de Dios” (Marcos 15:43), y era consciente que el verdadero Rey era Cristo.

El amaba a su Señor, y aunque pertenecía a un grupo compuesto por enemigos de Cristo, no podía confesar públicamente lo que había en su corazón. Más allá de los prejuicios que enmarcaban su libertad de expresión, el deseo de demostrar su gran afecto por Jesús, aunque fuera después de muerto, le impusó a atreverse para ir al palacio de Pilato. Una vez allí, se presentó ante el gobernador y le pidió autorización para retirar el cuerpo de la cruz para poder sepultarlo aquel día viernes al anochecer. Pilato le concedió esta solicitud y José tomó el cuerpo de Cristo y lo envolvió con un lienzo que adquirió para este fin.

Vino también Nicodemo, que a pesar de no demostrar públicamente su fe en Jesús, sabía que era el Hijo de Dios. Como última ofrenda, llevó unos costosos perfumes y ungüentos aromáticos para poner sobre aquel cuerpo tan querido.

Estos dos representantes de los judíos tuvieron temor de los demás compatriotas y se acercaron con mucho sigilo para no ser descubiertos. Cuando hubieron preparado el cuerpo de Jesús para la sepultura, José de Arimatea lo llevó hasta un sepulcro que estaba cavado en la peña, cerca del monte Calvario (Juan 19:38-42).

El día sábado, para los judíos el día de reposo, comienza cuando se oculta el sol. En aquella ocasión, apresuraron la sepultura de Jesús pues no sólo estaban próximos al comienzo del día de descanso observado por los judíos, sino también al último y gran día de la fiesta sagrada, la pascua.

No podían demorarse, entonces decidieron ponerlo en aquella tumba que estaba en las inmediaciones. Se trataba de un lugar nuevo donde no habían sepultado antes a nadie. ¡Bendito estreno! (Juan 19:42).

Desconfianza de los líderes religiosos.

Los principales sacerdotes y fariseos posiblemente no durmieron aquella noche debido a su gran preocupación: temían que los once discípulos aprovechasen de las horas silenciosas de la noche para ir hasta el sepulcro y robar el cuerpo del Señor.

Fue así que, para garantizar su tranquilidad, acudieron a Pilato y le imploraron que pusiese una custodia para asegurar la entrada de la tumbra hasta que se cumpliese el tercer día. Adujeron “que aquel engañador”, como llamaban a Jesús, había anunciado que después de tres días saldría de la tumba triunfando sobre la muerte.

Según ellos, los discípulos podrían valerse de aquellas palabras y simular una resurrección (Mateo 27:63,64). El gobernador acudiendo a este pedido, les indicó que había disponible una guardia de soldados que podrían cumplir con este cometido.

De este modo fue puesta la seguridad necesaria para impedir que se concretaran aquellas sospechas.

Resurrección de Cristo.

Con cuánta impaciencia habrán esperado aquellas mujeres que transcurriera hasta el “último minuto” el día de reposo.

En las primeras horas de un día domingo (primer día de la semana), aquel pequeño grupo de mujeres, salieron de sus casas y marcharon unidas hasta el sepulcro. Piense en el valor que recibieron en virtud de su gran amor por Cristo.

Con el propósito de embalsamar el cuerpo del Señor, aquellas amantes seguidoras iban munidas con especias aromáticas que ellas mismas habían comprado. Esto nos habla de sacrificio además de valor.

En el trayecto hasta el sepulcro se cuestionaban sobre su impotencia para hacer rodar la piedra tan pesada con que había sido cerrado. Pero... ¡vaya sorpresa! Aquella mole de piedra estaba fuera de su lugar.

Podemos imaginar el asombro dibujado en aquellos rostros. No obstante, fue mayor su admiración cuando vieron a un muchacho (o dos) con vestiduras blancas. No se hizo esperar la voz que interpretó el propósito de aquellas mujeres: “No os asustéis; buscáis a Jesús Nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí...” (texto tomado de Marcos 16:6). Seguidamente les fue indicado por el ángel que fueran hasta los discípulos y les dijesen que Jesús, resucitado, iba a Galilea y que allí le verían.

Al escuchar aquellas palabras se apoderó temblor y miedo de ellas y corrían despavoridas, ni siquiera podían hablar a causa del espanto. Cuando todavía no habían salido del huerto circundante al sepulcro, María Magdalena que había recibido tanto del Señor, según leemos en el evangelio de Juan, iba llorando. Dudaba, tal vez a causa de su gran dolor por el hecho de haber encontrado la tumba vacía, que en realidad hubiese retornado a la vida su amado Señor.

Repentinamente miró hacia atrás y vió un hombre que se dirijió a ella: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscais?” (Juan 20:15a). Pero hasta que no escuchó mencionar su nombre, no identificó a aquel personaje. “¡Maestro!” ¡Era él! ¡inconfundible! Cristo estaba frente a ella.

Ascención de Cristo.

Después de aparecer a sus discípulos con cuerpo inmortal, y de presentarse ante centenares de personas..., después de haberse cumplido el tiempo en que debía retomar su gloria eterna, Cristo fue arrebatado en una nube al cielo. Instantes previos a aquel majestuoso acontecimiento, él reunió a los apóstoles para darles una indicación. Les pidió que no saliesen de Jerusalén y que permanecieran juntos, unidos en oración.

Otra vez solos, pero con la promesa de que no quedarían huérfanos sino que el divino Consolador vendría a morar con ellos y en ellos. Amén.

Para concluir: Que la consideración de cada etapa de la vida del Señor Jesucristo fortalezca su amor y su fe en él. ¡Dios le bendiga!

PREGUNTAS Y EJERCICIOS

6.12 - Responda.

1. ¿Quiénes fueron los “tres compañeros” que estuvieron cerca de Jesús, pero no le acompañaron?

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2. ¿Cómo manifiesta Pedro su carácter temperamental en el arresto de Jesús?

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6.13 - En sus propias palabras exprese, ¿cómo se sentiría Jesús ante las siguientes situaciones?:

1. Los discípulos que no velaron en oración:

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2. La traición de Judas:

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3. El ataque de Pedro en contra de Malco:

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4. La actitud de Pilato:

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6.14 - Responda con una V para verdadero y una F para falso.

.......... 1. Simón transportó la cruz de Jesús.

.......... 2. Dos criminales morirían junto a Jesús.

.......... 3. La inscripción en la cruz decía: “él dijo: Soy Rey de los judíos”.

.......... 4. Las vestiduras de Cristo fueron dadas a su madre respetando lo dicho por el profeta.

.......... 5. Jesús pidió perdón para sus enemigos en la cruz.

6.15 - Responda.

1. ¿Qué sucedió en la creación cuando Jesús murió?

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2. ¿Cuál era la desconfianza de los líderes religiosos?

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3. En sus propias palabras, ¿de qué le habla una tumba vacía?

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REVISION GENERAL

6.16 - Responda con una V para verdadero y una F para falso.

.......... 1. Los judíos fueron fieles a su devoción monoteísta.

.......... 2. Los fariseos tenían un marcado celo religioso.

.......... 3. Los escribas tenían el deber de escudriñar las Sagradas Escrituras e interpretarla.

.......... 4. Miguel fue el ángel de la anunciación.

........... 5. El rey Claudio II intentó matar a Jesús.

6.17 - Responda

En forma sintética evoque lo más importante de los siguientes temas:

1. Nacimiento de Jesús:

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2. Infancia de Jesús:

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3. Ministerio de Jesús:

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4. Crucifixión y muerte de Jesús:

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Parte 1 Parte 2 Parte 3 Parte 4 Parte 5 Parte 6

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Tabla de Contenido:

CRISTOLOGIA: La Vida de Jesucristo: Prólogo

Lección 1: EL MISTERIO DIOS-HOMBRE

Lección 2: LAS REFERENCIAS SOBRE JESUS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Lección 3: LAS REFERENCIAS SOBRE JESUS EN EL NUEVO TESTAMENTO

Lección 4: LAS REFERENCIAS SOBRE JESUS EN EL NUEVO TESTAMENTO (2)

Lección 5: LAS REFERENCIAS SOBRE JESUS EN EL NUEVO TESTAMENTO (3)

Lección 6: LAS ETAPAS DE LA VIDA DE JESUS

Lección 7: LA SABIDURIA DE JESUS

Lección 8: LOS NOMBRES, TITULOS y DESIGNACIONES PARA JESUS

Lección 9: LA OBRA DE CRISTO PRESENTE y FUTURA

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