Publicado en Cursos / Consejería / — Carlos / 2013-11-28 10:32:17 / 8304

CAPITULO 5: SALVACIÓN y RESTAURACIÓN

(3: Continuación)

4 - ¿SE PUEDE ACONSEJAR BÍBLICAMENTE A LOS NO CREYENTES?

No se debe intentar aconsejar bíblicamente a los que no son creyentes. Porque nuestro propósito al aconsejar debe ser el de producir un cambio de conducta que agrade a Dios, por eso es imposible aconsejar bíblicamente a un no creyente porque no tienen el menor deseo de servir a Cristo, ni de obedecerlo como Señor; tampoco tienen la capacidad de entender las Escrituras, ni el poder, ni el dominio propio para hacer la voluntad de Dios. En lugar de ello tienen un corazón endurecido, como de piedra, que no puede ser sensibilizado hasta que el Espíritu Santo lo toque y lo transforme en un corazón de carne (Ezequiel 11:19). Hasta que el corazón del inconverso no sea regenerado, no podrá amar ni a Dios ni a su prójimo, ni mucho menos podrá obedecer alguno de los mandamientos de Dios.

Dado que todos los problemas humanos se originan en el corazón espiritual del ser humano, un corazón no convertido es un verdadero escudo que rechaza e impide recibir todo consejo divino.

Debemos aclarar que el corazón, según la Biblia, está ligado al espíritu humano, es lugar donde se genera la vida interior, desde donde podemos tener comunión íntima con Dios y con nosotros mismos. En el corazón surgen todos los problemas humanos, por ello es imposible intentar un cambio en la conducta de un no creyente, a menos que se realice primeramente un cambio en su corazón que está adormecido pro el pecado original.

Recordemos que el aconsejar bíblicamente requiere un cambio de corazón para lograr un cambio de vida, este cambio no será hecho por el esfuerzo del consejero, sino por el poder regenerador del Espíritu Santo.

¿Qué es lo que no debemos hacer, y que es lo que debemos hacer?

No debemos buscar una conformidad externa con la palabra de Dios de parte de quien busca consejo, porque estaremos fomentando la hipocresía. Cuantos inconversos y aún religiosos alaban las Escrituras y admiran las palabras de Jesús, pero continúan con sus vidas pecadoras.

No debemos esforzarnos en que el aconsejado asienta las verdades de Dios como una ayuda para reformar su carácter, eso es buscar una reforma parcial de conducta. Lo que necesita el inconverso es una transformación espiritual completa.

Si debemos aconsejar al inconverso de que Cristo es la manera de encontrar todas las soluciones a los problemas de la vida. Hay que confrontarlo con su pecado y no con su problema, para que entienda la urgente necesidad de recibir al Salvador de su vida. Si el inconverso muestra un arrepentimiento genuino, y despierta su fe en Cristo, entonces el consejero podrá impartirle el consejo de Dios sobre el problema presentado. Jay Adams en su libro “Capacitados para Restaurar”, da un práctico ejemplo de cómo aconsejar a un inconverso que está ansioso por recibir ayuda espiritual, diciendo: “será útil decirle algo como lo siguiente: ¿Ves? Dios tiene respuestas a todos tus problemas, y tendré mucho gusto de hablar de ellos tan pronto como sea posible hacerlo. Pero estas respuestas se hallan todas al otro lado de una pared que te separa de ellos. No puedes hacer uso de ellos hasta que hayas pasado loa puerta de esa pared. Esta puerta, naturalmente, es Aquel sobre el cual te he hablado: Jesucristo”.

Pero, en el caso que el inconverso se niegue a confesar a Jesucristo como Señor y Salvador de su vida, será imposible darle algún consejo bíblico, y si lo hacemos, no solo malentenderá la verdad de Dios, sino que lo va a perjudicar más que ayudarlo.

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Tabla de Contenido:

CURSO BÍBLICO PARA EL CONSEJERO CRISTIANO

CAPITULO 1: EL CONSEJO DE DIOS

CAPITULO 2: LA RAIZ DE LOS PROBLEMAS

CAPITULO 3: LAS PRUEBAS y LAS DIFICULTADES

CAPITULO 4: PECADO y ESCALVITUD

CAPITULO 5: SALVACIÓN y RESTAURACIÓN

CAPITULO 6: EL MINISTERIO DEL ESPIRITU SANTO

CAPITULO 7: SANIDAD DIVINA

CAPITULO 8: LIBERACIÓN DE LA ESCLAVITUD ESPIRITUAL

CAPITULO 9: LIBERACIÓN ESPIRITUAL

CAPITULO 10: EL MATRIMONIO

CAPITULO 11: EL HOGAR CRISTIANO

CAPITULO 12: LA FAMILIA CRISTIANA

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