Publicado en Cursos / Consejería / — Carlos / 2014-01-02 15:09:33 / 8585

CAPITULO 8: LIBERACIÓN DE LA ESCLAVITUD ESPIRITUAL

1 - TRATANDO LA AFLICCIÓN DE ESPÍRITU

Es conveniente no tener dudas acerca de que si un creyente puede caer en algún estado de aflicción. Y la respuesta es que sí puede. Lo importante es saber bajo qué circunstancias puede ser afligido. Principalmente ocurre cuando el creyente sufre una pérdida, puede ser por la muerte de un ser querido, por la separación o divorcio de un cónyuge, por fuertes pérdidas financieras o bancarrotas, por el anuncio de una enfermedad terminal. Todos estos factores pueden provocar angustia y sufrimiento en el alma. Dice Juan 11:33: “Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió”. De igual manera los cristianos nos entristecemos como una expresión de pena agobiante frente a una causa grave o terminal.

Sin embargo, la aflicción puede transformarse en pecado cuando el creyente angustiado, renuncia a la esperanza prometida por Dios, y se deja llevar a un estado de desesperación, que es el camino de los inconversos. Romano 5:4,5 dice: “...sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”.

Cuando aconsejamos a un creyente angustiado, debemos primeramente alentarlo a no perder la esperanza, sino a que confíe en Dios en medio de la tristeza y el dolor. Porque solo del Señor Jesucristo podrá obtener el gozo prometido para contrarrestar su aflicción. Jesús nos dice en Juan 15:11: “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido”. Esta promesa de bendición es para cada hijo e hija de Dios que le toque pasar por una prueba de aflicción o dolor.

MINISTRANDO LA AFLICCIÓN

Cuando un creyente ha sido sorprendido por un repentino golpe de adversidad, el simple hecho de que como consejeros y junto a la presencia del Señor, estemos acompañando al afligido, llevará un efecto tranquilizador, porque en el primer momento el consuelo y nuestra presencia es la mayor necesidad. Dice 2 Corintios 1:4: “...El cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación”. Cuando asistimos al velatorio o sepelio de algún creyente que ha perdido un ser querido, nuestra sola presencia, casi sin palabras, lleva el consuelo de Dios a la persona afligida.

Debemos tomar en cuenta que cualquier estado de aflicción, desorganiza a la persona, especialmente cuando se producen cambios físicos irreversibles. En esta situación, el consejero debe tener la sensibilidad de descubrir si hay pecados ocultos en el afligido, como: temor, amargura, ira, falta de perdón, resentimiento, culpa, falta de aceptación; para poder llevar al afligido al arrepentimiento. El consejero debe observar el estado emocional y escuchar lo que el afligido dice. En el caso de que el afligido diga: “no podré resistir”, o “no tengo fuerzas para seguir viviendo”, en tal caso la consejería no debe ser ni apresurada ni compulsiva, para ayudar a que el aconsejado no tome ninguna decisión emocional equivocada. Usualmente lleva aproximadamente un año para ajustarse a la pérdida de un ser querido o una experiencia traumática similar. Recordemos que solo Dios conoce nuestra resistencia y el tiempo perfecto para recuperarnos. Dice Eclesiastés 3:1-7: “Todo tiene su tiempo, todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora, (...) tiempo de llorar, tiempo de reír, (...) tiempo de buscar, tiempo de perder (...)”.

El afligido debilitado en la fe tiende a abandonarse en todas las áreas de su vida, como consejeros debemos estimularle a que reorganice su vida, y ayudarle a encontrar un nuevo estímulo y dirección a su vida de acuerdo a los principios bíblicos, para que recupere la fe; así logrará recibir el gozo del Señor que lo fortalecerá. Dice Jeremías 29:11: “(...) Yo sé que los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, (...) pensamientos de paz y no de mal, para daros el fin que esperáis”.

2 - EL RECHAZO

Una de las principales causas de los problemas humanos es la falta de aceptación. Porque una necesidad básica de todos es que seamos amados, sea por nuestros cónyuges, padres, hijos, amigos, maestros, jefes y compañeros de trabajo, hermanos en la fe, y sobre todo por Dios. La persona que ha sufrido rechazo, quizás desde su niñez, o en su adolescencia, o por una experiencia de abandono sentimental, confiesa generalmente: “que nadie se preocupa por él”, “que todos lo evitan”, “que nadie lo ama”. Consecuentemente esto produce rebeldía, a tal punto de rechazar toda autoridad, incluso a Dios mismo. Las fuentes de rechazo en las relaciones humanas, pueden generarse en la propia familia, en el matrimonio, y como hemos mencionado en las relaciones laborales, con amigos y en la iglesia.

El área donde se produce la herida del rechazo es en la personalidad y afecta el carácter, puede ser a través de tener escasos talentos, por considerarse poco inteligente, vivir en una pobre condición social, tiene dificultad para relacionarse socialmente, falta de convicciones; aún como hemos mencionado, una criatura en el seno de su madre, puede experimentar rechazo, por la madre que no quiso estar embarazada, o por el padre que no quiso tener otro hijo. Un niño que entra al mundo en tales condiciones, podrá tener años de sufrimiento, no solo porque su personalidad ya está afectada, sino que responderá con rebeldía y rechazo a toda autoridad, hasta que pueda ser sanado interiormente.

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Tabla de Contenido:

CURSO BÍBLICO PARA EL CONSEJERO CRISTIANO

CAPITULO 1: EL CONSEJO DE DIOS

CAPITULO 2: LA RAIZ DE LOS PROBLEMAS

CAPITULO 3: LAS PRUEBAS y LAS DIFICULTADES

CAPITULO 4: PECADO y ESCALVITUD

CAPITULO 5: SALVACIÓN y RESTAURACIÓN

CAPITULO 6: EL MINISTERIO DEL ESPIRITU SANTO

CAPITULO 7: SANIDAD DIVINA

CAPITULO 8: LIBERACIÓN DE LA ESCLAVITUD ESPIRITUAL

CAPITULO 9: LIBERACIÓN ESPIRITUAL

CAPITULO 10: EL MATRIMONIO

CAPITULO 11: EL HOGAR CRISTIANO

CAPITULO 12: LA FAMILIA CRISTIANA

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