Publicado en Cursos / Consejería / — Carlos / 2015-07-16 13:42:35 / 8008

CAPITULO 10: EL MATRIMONIO

(2: Continuación)

2 - LA NECESIDAD DEL CONSEJERO MATRIMONIAL

Dado que el matrimonio es la primera institución creada por Dios, incluso antes de los gobiernos, y de la misma iglesia, por lo tanto es la base de todas las demás. Como hemos visto Dios instituyó el matrimonio en el jardín del Edén, estableció los términos y realizó la primera ceremonia matrimonial. Podemos decir que Dios instituyó el matrimonio como la institución básica de la sociedad humana. Si se destruye el matrimonio, se destruye la Iglesia, y se destruyen los gobiernos de las naciones. Por eso el diablo desde el principio, puso problemas y desavenencias entre Adán y Eva, para que esa unión quede disuelta.

Debido a que la armonía en la relación matrimonial es tan básica, el aconsejar matrimonial es fundamental para ayudar a que los cónyuges cristianos en problemas, aprendan a manejar las presiones en el hogar, dejando de lado la separación como única alternativa de solución. Para Dios no existe, ni es válido como argumento de separación la “incompatibilidad de caracteres”.

Debemos aconsejar a los matrimonios jóvenes con problemas, que las presiones dentro del hogar, sirven para sacar a luz los defectos de cada uno, y para corregirlos bajo las normas de Dios. Estas manifestaciones aparecen como intensos problemas de difícil resolución, porque son expresiones de la carne que estaban escondidas, y ahora bajo la presión salen a la superficie. Lo que ocurre es que la carne no es compatible, porque está ligada al pecado, lo que verdaderamente se compatibiliza en el matrimonio es el espíritu, porque Cristo desde allí puede llegar a ser una unidad genuina y duradera.

Ante todo se debe quitar el engaño que la compatibilidad de caracteres es la suma de afinidades y desacuerdos de lo que cada uno era antes de casarse. El único camino para que los cónyuges logren ser compatibles uno al otro, es el crecimiento espiritual de cada uno conforme a Cristo. Por eso el consejero matrimonial debe centrar sus esfuerzos tanto en el crecimiento individual del carácter cristiano en cada cónyuge, como en su crecimiento compartido. En Efesios 5, en la descripción de los roles matrimoniales, se presenta la relación armónica que existe entre Cristo y la Iglesia, como la norma que debe regir el matrimonio cristiano. El trato de Cristo a la Iglesia, debe ser el trato del marido a la esposa; lo que la Iglesia debe ser para Cristo, así debe ser la esposa para el marido. Cuando la relación entre los cónyuges llega a la similitud de la relación entre Cristo y su Iglesia, naturalmente habrá una inundación del amor de Dios sobre el hogar que sobrepasará cualquier descuerdo.

Cuando una pareja tiene problemas en la relación conyugal, cada uno en forma individual tendrá problemas en su relación con Dios, porque la discordia en el hogar interrumpe la bendición desde lo Alto. Debemos entender que cuando hay discordia hay pecado, por lo tanto hasta que no haya confesión y arrepentimiento por parte de los cónyuges, no se podrá ministrar ni aconsejar a ninguno de ellos, pues ningún intento tendrá éxito. Cuando las disputas matrimoniales no se solucionan, aumentarán los problemas en el hogar, sea con los hijos, con las finanzas, con la salud, hasta tanto sea restaurada primeramente la relación con Dios. Cuando uno de los cónyuges se enoja con el otro y se niega a hablarle, sin duda, Dios tampoco le escuchará. Dice 1 Pedro 3:7: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo”. Aunque este pasaje se dirige al marido, debe usarse para ambos.

EL CONSEJERO Y SU PROPIO MATRIMONIO

Será imposible para un consejero, por más conocimiento bíblico que tenga, y por más entendimiento de los principios y prácticas con que Dios gobierna sobre los esposos, ser efectivo en la consejería matrimonial, si su matrimonio está en malas relaciones. En este caso será importantísimo que el consejero busque ser aconsejado, y hasta que no solucione su problema deberá interrumpir cualquier intento de aconsejar a otros.

Mas allá que todo consejero matrimonial deberá adquirir el conocimiento apropiado para aconsejar, sobre todo el consejero deberá desarrollar, ejercer y mantener un matrimonio que refleje los principios bíblicos en su diario convivir. Porque será la armonía de su propio matrimonio el que ofrecerá el mejor consejo para ayudar a quienes enfrentan problemas, pues la comprensión del uno al otro que sostiene esa armonía proviene de la obediencia al Espíritu de Dios gobernando su hogar. Además debemos recordar que si un consejero pretende dar el consejo de Dios sobre problemas matrimoniales, y él mismo no se somete a lo que bíblicamente está aconsejando, será un hipócrita para el Señor, y como sabemos nunca Dios bendice a los hipócritas.

Debemos también dejar en claro que si bien es importante que los consejeros matrimoniales aconsejen contando con la garantía que sus propios hogares están bajo la bendición de Dios, esto no significa que sus matrimonios deban ser perfectos. Porque si la perfección fuese la condición sine qua non para aconsejar, creo que muy pocos, por no decir ninguno, estarían calificado para ministra y aconsejar. Recordemos siempre que no estamos aconsejando, ni para el bien nuestro, ni para la Iglesia, sino para Cristo. Y su principal requerimiento es que seamos honestos en toda nuestra manera de vivir, buscando la santidad como meta para agradar a Dios, y que no aconsejemos siendo hipócritas, ni con problemas conyugales no resueltos. Jesús dijo de lo religiosos hipócritas que eran guías ciegos, y si alguien pretende ayudar a un matrimonio en conflicto, cuando su matrimonio ha fracasado, será una guía ciego, guiando a otros ciegos. Si bien como consejeros matrimoniales debemos aconsejar no en nuestra propia experiencia, sino en la palabra de Dios revelada, sin embargo debemos mantener nuestros matrimonios sanos a los ojos de Dios y ante el de los hombres.

Lo fundamental es contar con un matrimonio unido que sea ejemplo para otros, de la misma manera que Tito 2.7 requiere de los pastores y líderes de la iglesia, de que sean “ejemplo de buenas obras”. Se puede ser ejemplo sin ser totalmente perfecto. Por lo tanto el éxito del consejero no estará en la sabiduría de cómo administra el consejo del Señor, sino en cuidar que su propio matrimonio no se aparte de los principios de Dios establecidos en la Biblia, tal como lo expresó David en el Salmo 101:2 diciendo: “Entenderé el camino de la perfección cuando vengas a mí. En la integridad del corazón andaré en medio de mi casa”. Esto es mantener la prioridad de mantener siempre junto e íntegro lo que dios ha unido.

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Tabla de Contenido:

CURSO BÍBLICO PARA EL CONSEJERO CRISTIANO

CAPITULO 1: EL CONSEJO DE DIOS

CAPITULO 2: LA RAIZ DE LOS PROBLEMAS

CAPITULO 3: LAS PRUEBAS y LAS DIFICULTADES

CAPITULO 4: PECADO y ESCALVITUD

CAPITULO 5: SALVACIÓN y RESTAURACIÓN

CAPITULO 6: EL MINISTERIO DEL ESPIRITU SANTO

CAPITULO 7: SANIDAD DIVINA

CAPITULO 8: LIBERACIÓN DE LA ESCLAVITUD ESPIRITUAL

CAPITULO 9: LIBERACIÓN ESPIRITUAL

CAPITULO 10: EL MATRIMONIO

CAPITULO 11: EL HOGAR CRISTIANO

CAPITULO 12: LA FAMILIA CRISTIANA

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