Publicado en Cursos / Consejería / — Carlos / 2013-12-14 17:15:36 / 10651

CAPITULO 6: EL MINISTERIO DEL ESPIRITU SANTO

(10: Continuación)

La unción del Espíritu Santo sólo viene a nosotros cuando tenemos un diario encuentro personal, con profundidad, en forma privada e íntima con Él; desde allí desarrollaremos una perdurable amistad y comunión, que sólo en forma individual se logrará establecer.

La unción se relaciona con el conocimiento revelado, lo que nos hace identificar la voz del Espíritu Santo, para que nunca tomemos alguna acción, hasta que el Espíritu Santo nos indique la dirección y nos asegure que Su presencia irá con nosotros. El Espíritu Santo descendió del cielo para manifestar la obra de la Deidad, y hoy está a nuestro lado; Él es una persona activa, nunca cesa de obrar.

Todo lo que sucede en la tierra es obra del Espíritu Santo, Él  es el representante  del Padre y del Hijo. El se interesa en cada una de nuestras vidas, no solo en la actualidad, sino en nuestro futuro. Él nos guía, nos protege y nos advierte lo que está por venir. Dice 1 Tesalonicenses 1:5: “Pues nuestro Evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo”. Jesús habló de la unción cuando dijo: “El que cree en mi como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. El agua viva no es el Espíritu Santo, es la unción del Espíritu que es derramada sobre quien tiene sed de Dios y se acerca a Él para beber de su fuente bendita; “pues esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyeren en Él” (Juan, 7:39).

Dios tiene un plan específico para cada cristiano y el Espíritu Santo de Dios y su unción están incluidos en el plan: "y el que nos confirma con vosotros en Cristo y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones" (2 Corintios, 1:21,22). Si le hacemos lugar en nuestros corazones, el Espíritu Santo entra para derramar la plenitud de su santa unción.

La importancia de la unción en los cristianos es que cada uno tenga la “unción del santo”; es la gracia y comunicación especial del Espíritu Santo, que impulsa al alma hacia la virtud y la perfección cristiana. El resultado es el compromiso y la entrega al Señor, esto es rendir la vida a Dios para realizar Su obra; así, esta unción santifica al creyente separándolo totalmente para Dios.

La unción depende de la consagración del creyente. No se trata de consagramos sólo una vez, sino que hemos de hacerlo frecuentemente. En base a la sangre, muerte, resurrección y ascensión del Señor Jesucristo, esto fue lo que hizo que el Espíritu Santo haya descendido; pero si el conducto por el cual recibimos los “ríos de agua viva” está obstruido, debemos con urgencia quitar la obstrucción para que fluya la unción del Espíritu Santo.

El problema de muchos creyentes es que viven en desobediencia a los mandatos del Señor, y así no pueden consagrar todas las áreas completas de sus vidas a Dios, sino que  comparten algunas de ellas con el mundo, y no pueden ser llenos del Espíritu Santo.

La consagración es el medio para tener la unción junto a la llenura del Espíritu Santo. Si deseamos ser llenos, hemos de consagramos. Cuanto más a fondo sea nuestra consagración, más llenos seremos del Espíritu Santo. Sabemos que la sangre derramada por el Señor Jesús es la fuente que hace que fluya “el agua viva” por el conducto y llegue a nuestras vidas, esto es, recibimos la unción diaria del Espíritu Santo. Aunque debemos recordar que el flujo del Espíritu Santo no es causado por nuestra consagración, sino que depende de la muerte sustituta del Señor Jesús. Pero la unción sí depende de nuestra total consagración. Todo creyente que consagra su vida al Señor debe tener la siguiente actitud: el oído debe estar bien afinado para escuchar la voz de Dios,  las manos separadas y ofrecidas para hacer la obra de Dios, y los pies dispuestos a andar únicamente por los caminos del Señor. Las tres partes deben estar limpias por medio de la sangre de nuestro Señor Jesucristo, esto es con nuestros pecados lavados, y así purificados somos entonces llenados por el Espíritu Santo, y la unción nos dará el poder de vivir y servir a Dios haciendo Su perfecta voluntad.

Si alguien está en pecado, o se ha debilitado en la fe, sufre de continuos altibajos emocionales, o cae con frecuencia en depresión y angustia; no cabe duda que está viviendo sin el poder del Espíritu Santo. En ese estado no solo obstruye el fluir de la unción, si no que a su vez impide que su consagración sea total; aunque el Espíritu Santo está en su vida, el conducto está obstruido. No se trata aquí de orar y ayunar solamente, sino de confesar todo pecado, toda desobediencia, falta de perdón, amargura, resentimiento, etc. Arrepentirse de corazón y volver al Señor, la consagración abarca la plenitud del conocimiento de Dios, y la obediencia es el único camino que nos conduce a la santidad. El único medio para ser llenos de Espíritu Santo y tener Su santa unción, es la consagración diaria al Señor. Tenemos por delante el mandato del Señor que nos dice: “Sed santos, porque Yo soy santo” (1 Pedro 1:16).

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Tabla de Contenido:

CURSO BÍBLICO PARA EL CONSEJERO CRISTIANO

CAPITULO 1: EL CONSEJO DE DIOS

CAPITULO 2: LA RAIZ DE LOS PROBLEMAS

CAPITULO 3: LAS PRUEBAS y LAS DIFICULTADES

CAPITULO 4: PECADO y ESCALVITUD

CAPITULO 5: SALVACIÓN y RESTAURACIÓN

CAPITULO 6: EL MINISTERIO DEL ESPIRITU SANTO

CAPITULO 7: SANIDAD DIVINA

CAPITULO 8: LIBERACIÓN DE LA ESCLAVITUD ESPIRITUAL

CAPITULO 9: LIBERACIÓN ESPIRITUAL

CAPITULO 10: EL MATRIMONIO

CAPITULO 11: EL HOGAR CRISTIANO

CAPITULO 12: LA FAMILIA CRISTIANA

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