Publicado en Cursos / Consejería / — Carlos / 2014-01-02 15:09:33 / 8632

CAPITULO 8: LIBERACIÓN DE LA ESCLAVITUD ESPIRITUAL

(2: Continuación)

MINISTRANDO A LOS CREYENTES QUE SUFREN RECHAZO

Ante todo debemos ministrar el consejo de Dios específicamente en Su palabra, diciéndole que Jesús llevó su rechazo para siempre en la cruz del Calvario. “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él su rostro, fue menospreciado y no lo estimamos. Ciertamente él llevó nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores, (...) el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:4,5).

Es indispensable indagar la fuente de rechazo, para determinar los pasos a seguir, para lograr sanar las heridas interiores. Hay que conducir al aconsejado a la convicción de que Dios le ama, con un amor tan profundo que nunca le abandonará, así como lo expresa Hebreos 13:5: “(...) porque Él dijo: no te dejaré, ni te desampararé”.

También el aconsejado debe ser llevado a perdonar a la persona que lo rechazó, y también a perdonarse a sí mismo por sentirse rechazado.

Si las emociones negativas de rechazo fueron intensas, puede haber permitido que un espíritu inmundo de rechazo, haya producido una atadura espiritual y aumentando su rebeldía instándolo a tomar venganza. En cuyo caso el demonio deberá ser expulsado en el nombre del Señor, después que el aconsejado haya reconocido su pecado y confesado su falta. Dice Romanos 12.19: “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”.

Finalmente dirigir al aconsejado a alabar a Dios, y a afirmarlo en la convicción de la victoria de Cristo sobre todas las heridas psíquicas y emocionales.

3 - LA DIFERENCIA ENTRE CULPA Y CONDENACIÓN

La culpa puede venir de parte de Dios, en forma de convicción por pecados cometidos por el creyente, y retenidos sin confesar. Pero, la condenación es obra de Satanás, para aumentar el resultado de un fracaso real o imaginario.

Cada vez que como creyentes violamos alguna ley de Dios, el Espíritu Santo enciende la luz roja de peligro en nuestras conciencias para que abandonemos el pecado, o la falta cometida, con arrepentimiento y confesión. Dice Proverbios 28:13a: “El que encubre sus pecados, no prosperará”. Cuando el pecado es confesado con arrepentimiento, Dios promete limpiarnos de las trasgresiones, recuperando la paz y la buena conciencia. Dice 1 Juan 1:9: “Si confesares nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Nuestra obediencia a la palabra de Dios permite que recibamos compasión y misericordia. Tal como lo declara Proverbios 28:13b: “más el que confiesa y se aparta alcanzará misericordia”.

Satanás es un acusador (Apocalipsis 12:10), él es quien condena a los creyentes por las actitudes o acciones pecaminosas, poniendo ideas y sugerencias de que sus fracasos son su propia culpa, o que es culpable por el fracaso de otro, o de las circunstancias que lo acosan. Satanás emplea pensamientos, o a veces usa voces a la conciencia diciendo:

“Eres el culpable de la discordia con tu cónyuge”
“Eres el culpable de la muerte de Un cónyuge o ser amado”
“Eres culpable de las malas relaciones con tus hijos”
“Eres culpable de tus problemas financieros”
“Eres culpable de tu enfermedad”
“Eres culpable del accidente”
“Eres culpable por tus malas decisiones”

Como consejeros debemos hacer ver al alma que está bajo acusación de que hay un solo acusador, y que es Satanás, porque él busca destruir a todos los creyentes.

Dice 1 Pedro 5:8: “... Velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”.

El peligro de un creyente que se ha rendido ante las tácticas de Satanás, es que la seducción satánica hará que viva lleno de temor y culpa, y el creyente que no atina a nada, termina más atado espiritualmente porque está creyendo la mentira del diablo.

Cuando un creyente se cree culpable por el fallo de otros, debemos aclararle que la Biblia dice que no somos responsables del pecado de otras personas (Ezequiel 18:20).

Tenemos que recordar al aconsejado que como hijos e hijas de Dios tenemos autoridad y poder delegado por Dios para combatir cualquier tentativa del diablo. Dice Santiago 4:7: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”.

En todos los casos siempre Dios nos conduce a la victoria. El rey Saúl cayó en el pecado de celos, resentimiento y orgullo contra David, pero no confesó su falta al Señor. En cambio aceptó la condenación del diablo, cuando lo acusó del fracaso de perder la corona de rey. La condenación lo llevó a asumir la culpabilidad de la muerte de sus hijos en la batalla contra los Filisteos, y finalmente se suicidó.

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Tabla de Contenido:

CURSO BÍBLICO PARA EL CONSEJERO CRISTIANO

CAPITULO 1: EL CONSEJO DE DIOS

CAPITULO 2: LA RAIZ DE LOS PROBLEMAS

CAPITULO 3: LAS PRUEBAS y LAS DIFICULTADES

CAPITULO 4: PECADO y ESCALVITUD

CAPITULO 5: SALVACIÓN y RESTAURACIÓN

CAPITULO 6: EL MINISTERIO DEL ESPIRITU SANTO

CAPITULO 7: SANIDAD DIVINA

CAPITULO 8: LIBERACIÓN DE LA ESCLAVITUD ESPIRITUAL

CAPITULO 9: LIBERACIÓN ESPIRITUAL

CAPITULO 10: EL MATRIMONIO

CAPITULO 11: EL HOGAR CRISTIANO

CAPITULO 12: LA FAMILIA CRISTIANA

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