Publicado en Cursos / Consejería / — Carlos / 2014-02-01 12:04:19 / 9304

CAPITULO 9: LIBERACIÓN ESPIRITUAL

(11: Continuación)

Los que se oponen a esta teoría, afirman que los demonios pueden entrar en alguna área del cuerpo y del alma para poder desde allí controlar la vida del creyente, pero que esto no significa que haya posesión, porque posesión significa “ser dueño del poseído”, y que Jesucristo es el único dueño del creyente. Dicen que los demonios no pueden entrar en el espíritu humano, porque es la habitación de Dios. Pero que la mente y el cuerpo no nacen de nuevo instantáneamente como el espíritu en la salvación, pues la mente se va transformando paulatinamente, más despacio, y requiere el proceso de despojarse de la vieja mente y “ponerse” la nueva mente, limpiada y purificada por la sangre de Cristo. Y que el cuerpo recién será renovado en la segunda venida del Señor, mientras tanto estaremos luchando contra los deseos de la carne que se oponen al gobierno del Espíritu de Dios en nuestras vidas. Mientras el creyente esté en un proceso de crecimiento y peca, puede abrir las puertas para que demonios entren en su mente o cuerpo físico.

Partiendo de la base de que somos una nueva creación en Cristo, hecha nueva por el nuevo nacimiento producido en nuestro espíritu (2 Corintios 5:17), y que nuestro espíritu humano ha sido sellado con el Espíritu Santo de la promesa (Efesios 1:13 y 4:30), y hemos sido transformados en templo del Espíritu de Dios. Tomando esta declaración bíblica, y estableciendo una comparación con el templo antiguo que estaba constituido por tres partes: el lugar Santísimo, el lugar Santo, y el Atrio. Y que nuestra constitución trinitaria incluye también tres partes: nuestro espíritu humano, alma humana y cuerpo humano. La Biblia dice que la presencia de Dios moraba solo en el Lugar Santísimo, correspondiendo comparativamente esta parte, al espíritu humano; nuestra alma, que incluye nuestra mente, voluntad y sentimientos, corresponderían al Lugar Santo, y nuestros cuerpos corresponderían al Atrio. Dice Mateo 21:12-13 que Jesús echó fuera a los infractores de los atrios del templo de Jerusalén.: “Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; 13: y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones”. Así como Jesús llegó a un templo que estaba contaminado por mercaderes y cambistas especuladores, echando fuera a aquellos que corrompían el templo de Dios, también nosotros debemos mantener limpio nuestro templo de toda contaminación. Nuestro cuerpo, que es el atrio de nuestro templo, cuando le damos lugar al diablo necesita liberación. Y también nuestra alma, nuestra mente, que son el Lugar Santo, necesitan ser liberadas si hemos abierto las puertas a los demonios. Para poder luego de la liberación, volver a la obediencia de Cristo Jesús. 1 Timoteo 4:1 dice: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios”.

Es obvio que los demonios pueden estar activos también en la iglesia, aunque no tengan dominio pueden producir opresión y pesadez espiritual. El orgullo y los prejuicios doctrinales impiden muchas veces que los creyentes reciban liberación de Dios. La liberación de Dios está disponible mediante el Espíritu Santo que trabaja por medio de los miembros del Cuerpo de Cristo. Pero tengamos presente que todo pecado no confesado y retenido, permite que un demonio pueda influir en alguna área de cualquier creyente y desde allí ejercer pensamientos de opresión que conducirán a pensamientos y acciones más pecaminosas. Por ejemplo si el pecado es sexual un demonio de sexo aumentará los deseos pecaminosos al punto de hacerlos incontrolables para el pecador, quien quedará atrapado en esclavitud sexual. Y así con otros pecados que serán exacerbados por demonios del mismo pecado, y lo que necesitará el pecador es liberación espiritual, para lo cual deberá confesar primeramente el pecado, y luego el demonio deberá ser echado del área que lo está oprimiendo o influyendo.

Los siguientes ejemplos de oración de liberación pueden servir de modelo para otros casos de creyentes que luchan contra la opresión demoníaca:

MODELO DE ORACIÓN PARA CONFESAR Y RENUNCIAR A LA PARTICIPACIÓN CON EL OCULTISMO E IDOLATRIA

“Padre eterno, reconozco que busqué la ayuda de Satanás, lo reconozco y confieso que he pecado por medio de... (nombrar los pecados del ocultismo e idolatría en que ha incurrido: adivinación, quiromancia, espiritismo, yoga, meditación trascendental, control mental, hechicería, curanderos, magia blanca, roja o negra, religiones esotéricas, teosofía, nueva era, adoración de imágenes de dioses o diosas, adoración de falsos dioses, etc.). Confieso todas mis faltas contra ti, mi Señor, y aun las que no recuerdo, Padre del cielo, me arrepiento por haberte ofendido, y te pido perdón. Renuncio a la dependencia de Satanás y sus demonios, rompo y cancelo todo pacto consciente e inconsciente que hice con el diablo, ángeles caídos o demonios. En el nombre de Jesucristo, ¡sea cortada toda relación mía con la idolatría y el ocultismo para siempre! Gracias Señor, amén”.

MODELO DE ORACIÓN PARA CORTAR CUALQUIER HERENCIA DE MALDICIÓN POR EL OCULTISMO O IDOLATRIA DE ANCESTROS

Padre del cielo, en el nombre de Jesucristo, sea rota y cortada toda ramificación del diablo en mi vida, y toda herencia de maldición y de espíritus del mal. Te pido Señor, que esta liberación alcance a mis hijos y toda mi descendencia, y que sean cortados todos los lazos de hechizos, encantos, conjuros, maleficios, embrujos, sortilegios, maldiciones, idolatría, ensalmos que hayan venido sobre mi familia, por medio de ancestros, o poderes ocultos o psíquicos, vivos o muertos, de cualquier origen oculto del mundo de las tinieblas. Te doy gracias, Señor Jesucristo, por haberme liberado de toda herencia de maldición, y de toda ligadura satánica o demoníaca. Me desligo hoy de toda maldición de idolatría y hechicería, hasta mi segunda, tercera, cuarta y anteriores generaciones de ascendientes. Señor Jesucristo, esto lo hago en el poder de tu nombre, amén

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Tabla de Contenido:

CURSO BÍBLICO PARA EL CONSEJERO CRISTIANO

CAPITULO 1: EL CONSEJO DE DIOS

CAPITULO 2: LA RAIZ DE LOS PROBLEMAS

CAPITULO 3: LAS PRUEBAS y LAS DIFICULTADES

CAPITULO 4: PECADO y ESCALVITUD

CAPITULO 5: SALVACIÓN y RESTAURACIÓN

CAPITULO 6: EL MINISTERIO DEL ESPIRITU SANTO

CAPITULO 7: SANIDAD DIVINA

CAPITULO 8: LIBERACIÓN DE LA ESCLAVITUD ESPIRITUAL

CAPITULO 9: LIBERACIÓN ESPIRITUAL

CAPITULO 10: EL MATRIMONIO

CAPITULO 11: EL HOGAR CRISTIANO

CAPITULO 12: LA FAMILIA CRISTIANA

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