Publicado en Cursos / Consejería / — Carlos / 2013-11-28 09:28:53 / 8277

CAPITULO 3: LAS PRUEBAS y LAS DIFICULTADES

(3: Continuación)

¿POR QUÉ DIOS PERMITE LAS PRUEBAS?

Someter algo a prueba equivale a comprobar lo auténtico o genuino del objeto en cuestión. Por eso el apóstol Santiago dice: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis completos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:2-4. Aquí no dice la Escritura que nos tenemos que gozar en las pruebas que nos agobian, sino en los frutos de bendición que esas pruebas van a producir en nuestras vidas. El sumo gozo , no debe ser una actitud emocional, sino la posición desde donde tendremos una evaluación real de las adversidades, y desde la perspectiva de Dios. No cabe duda que las pruebas dan crecimiento espiritual y fortaleza moral al creyente.

Hebreos 12:7, 8, 11 dice: “Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel al que el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos y no hijos... En verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”. Dios está interesado en la forma en que nosotros afrontamos los problemas, y qué actitud tomamos frente a ellos, en lugar de interesarnos y afligirnos en los problemas que nos afligen. Las pruebas son usadas por Dios, para purgar nuestra fe de todas las impurezas que tengamos, extirpando todo lo que nos afecte o sea falso. Por ello si afirmamos nuestra vista en los problemas que nos acosan, ellos nos llevarán a la derrota. Pero si en lugar de prestar toda la atención a la adversidad, levantamos nuestros ojos al Señor y consumador de nuestra fe, esto permitirá que obtengamos la victoria sobre el problema y nunca la derrota. No debemos permitir que nada se interponga entre nosotros y Jesucristo, ninguna emoción, o sentimiento, nada debe obstaculizar nuestra fe. Santiago dice que las pruebas de nuestra fe, producen paciencia, pero no debemos confundir la paciencia como una resignación pasiva frente a la adversidad, sino una paciencia que nos dé firmeza y valor para ayudarnos a resistir con valentía; porque la paciencia es la capacidad que nos otorga Dios para resistir. Dice el Salmo 34:19: “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas me librará el Señor”.

La Biblia dice que Dios nos dio la capacidad para vencer ante la adversidad:

  1. “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37).
  2. “Porque todo el que es nacido de Dios vence al mundo, y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1 Juan 5:4. La fe actúa con la Palabra de Dios, y no obedecerla es señal de un corazón engañado. Debemos revisar cada área de nuestra vida, porque puede haber algún área que dice tener fe, pero sus actos hablan de incredulidad.

CUANDO LAS PRUEBAS PROVIENEN DE OTROS

Hay veces que Dios permite convivir laboralmente o durante el tiempo de estudiantes, con alguien que podemos considerar como una persona indeseable, molesta, “pesada”, intolerable. Esto provoca de nuestra parte una actitud de rechazo hacia tal persona, pero también nos lleva a emitir un juicio despectivo sobre ella. Quizás aún sea una persona que se burle del evangelio, y que hable peyorativamente de nosotros, por lo tanto la vemos como un pecador empedernido. Lo que debemos entender es que estamos frente a una prueba permitida por el Señor, y Él ha querido que esa persona sea nuestra disciplina para que cambiemos actitudes ante nuestro prójimo. Lo primero que debemos hacer es pedirle perdón a Dios por haber juzgado con menosprecio a tal persona si lo hemos hecho, y arrepentirnos con Dios, pues en nuestro juzgar lo incluimos al Creador del “indeseable”. Dios quiere que amemos indiscriminadamente a todos nuestros semejante, aún a nuestros enemigos. Mucho más cuando esto nos sucede en la iglesia al rechazar algún hermano o hermana espiritual, de nuestro afecto y comunión, porque lo consideramos “pesado”, o molesto. En ambos casos debemos acercarnos a la persona en cuestión y relacionarnos como Dios quiere que lo hagamos, y si correspondiere, pedirle perdón por nuestra actitud de rechazo hacia él.

Hay veces que Dios nos pone cerca de personas que son indiferentes para que las ministremos, quizás esa persona es indiferente porque está influida por un espíritu de soledad y abandono, o nos pone frente a personas que viven angustiadas porque tiene una raíz de amargura, o que son mezquinas porque viven bajo un espíritu de frustración. En esos casos debemos acercarnos a esas personas que tiene falta de amor para ayudarles a que abandonen la indiferencia, la amargura o la mezquindad, llegando a sus corazones con la demostración de nuestro afecto, para luego llevarlas a la comprensión de cuál es la grandeza en que están siendo amadas por Dios.

¿CÓMO MINISTRAR AL CREYENTE ATRIBULADO POR PRUEBAS?

  1. Primeramente identificar el origen de la prueba a que está sometido el atribulado.
  2. Identificar la prueba en sí misma, hacerle conocer que su fe está siendo sometida a prueba. Luego alentarlo a resistir para que pueda ser transformado a la manera de Dios, ayudando a desalojar lo que está torcido, y permitiendo que entre lo correcto para alcanzar la semejanza de Cristo.
  3. Darles las respuestas bíblicas respecto al problema.
  4. Orar y dar gracias a Dios por la respuesta.
Parte 1 Parte 2 Parte 3 Parte 4 Parte 5 Parte 6 Parte 7

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Tabla de Contenido:

CURSO BÍBLICO PARA EL CONSEJERO CRISTIANO

CAPITULO 1: EL CONSEJO DE DIOS

CAPITULO 2: LA RAIZ DE LOS PROBLEMAS

CAPITULO 3: LAS PRUEBAS y LAS DIFICULTADES

CAPITULO 4: PECADO y ESCALVITUD

CAPITULO 5: SALVACIÓN y RESTAURACIÓN

CAPITULO 6: EL MINISTERIO DEL ESPIRITU SANTO

CAPITULO 7: SANIDAD DIVINA

CAPITULO 8: LIBERACIÓN DE LA ESCLAVITUD ESPIRITUAL

CAPITULO 9: LIBERACIÓN ESPIRITUAL

CAPITULO 10: EL MATRIMONIO

CAPITULO 11: EL HOGAR CRISTIANO

CAPITULO 12: LA FAMILIA CRISTIANA

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