Publicado en Cursos / Consejería / — Carlos / 2013-12-14 17:29:25 / 7200

CAPITULO 7: SANIDAD DIVINA

(4: Continuación)

Otro caso lo encontramos en Lázaro al ser resucitado de los muertos. Dice Juan 11:4: "Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino  para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. En el caso de Lázaro, Jesús contó a las personas que esa enfermedad no era para muerte sino para que Dios sea ser glorificado por la resurrección.

Debemos darnos cuenta de la soberanía de Dios. Él creó el universo y todo lo que hay en él. Nada es imposible para Él. Dios todopoderoso está controlando todo. Él nunca comete errores, ni nada pasa inadvertido para Él. Su tiempo es perfecto. Él desea ser glorificado en todas las cosas y ha prometido que nada puede separamos de su amor. (Romanos 8:35-39).

Pablo llegó a comprender el gozo de Dios en sus propias debilidades, como lo expresó en 2 Corintios 12:7-10. "Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de  Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto; de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte".

No hay duda acerca de la voluntad y capacidad ilimitada de Dios para sanarnos. Sin embargo, las enfermedades y las aflicciones pueden estar en nosotros para revelarnos áreas de pecado en nuestras vidas, y que una vez reconocidas y tratadas, permitirán que Dios  complete nuestra sanidad. Nuestra sanidad puede también ser demorada o quizás guiada a una sanidad perfecta, porque su propósito es llevarnos al cielo. Dios también busca que podamos alcanzar otras vidas a través de nuestra fe, permitiendo que otros encuentren a Cristo como su Salvador o ser liberados de las ataduras del pecado. Es importante para  nosotros como consejeros, que al ministrar a enfermos creamos firmemente en la sanidad divina. Tampoco debemos encasillar a Dios en lo que concierne a nuestra propia sanidad, sino creer y alabarlo en todas las circunstancias y situaciones que nos encontremos, como Pablo lo declaró después de pedirle al Señor que lo sanara de su aguijón. Aceptó Su Divina gracia y siguió adelante hacia la meta de su supremo llamamiento. Él es el Soberano sobre nuestra salud y sobre nuestra enfermedad, como lo dice Deuteronomio 32:39: "Ved ahora que yo, yo soy, y no hay dioses conmigo; yo hago morir, y yo hago vivir; yo hiero, y yo sano; y no hay quien pueda librar de mi mano”.

Otro obstáculo puede provenir de nuestra propia ansiedad cuando enfermamos, y prioritariamente recurrimos a la ayuda médica, antes de consultar con Dios. Ante todo debemos reconocer que es la voluntad de Dios que seamos sanos, por lo tanto es nuestra responsabilidad determinar a través de la oración qué método Él va a usar para sanarnos, si obrará sobrenaturalmente o por medio de médicos o la combinación de ambos, para seguir Su perfecta guía sin ningún tipo de presunciones. Ya sea que Dios use los servicios de un médico o no, debemos recordar que toda sanidad está en las manos de Él. 2 Crónicas 16:12, 13. "En el año treinta y nueve de su reinado, Asa enfermó mas en gravemente de los pies, y en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos. Y durmió Asa con sus padres, y murió en el año cuarenta y uno de su reinado”.

La  falta de conocimiento de la voluntad de Dios respecto a la enfermedad, o por no estar de acuerdo a la palabra de Dios, o dejarla de aplicar en nuestros tiempos, es otro obstáculo para ser sanado. Tal como lo dice: Oseas 4:6a. "Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento". También dice Hechos 28:26, 27. "Ve a este pueblo, y diles: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis; porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyeron pesadamente, y sus ojos han cerrado, para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan de corazón, y se conviertan, y yo los sane”. Algunos creyentes cuando padecen alguna enfermedad crónica, se aprovechan a través de su mal, al generar pena en otros que se compadecen; y se conforman con recibir atenciones, y tal vez aceptación, en medio del proceso de la enfermedad. Se produce una resistencia oculta en el paciente, y ya ni siquiera  ambicionan ser sanados. Ese es el motivo de que no reciben sanidad,  pues no están obrando de acuerdo con lo que la Palabra de Dios dice sobre la sanidad divina.

 Puede haber una falla en seguir los principios de Dios. Dice Gálatas 6:7, 8. "No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará y come vida eterna”. Las leyes naturales de Dios son tan divinas como sus leyes espirituales. Si no nos alimentamos adecuadamente, y no ejercitamos apropiadamente nuestros cuerpos, si no nos abrigamos durante el tiempo invernal, o dicho de otro modo, si no lo cuidamos, sembraremos irresponsabilidad y segaremos maldición. Dios espera nuestra obediencia a Sus leyes naturales con el fin de que vivamos llenos de salud.

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Tabla de Contenido:

CURSO BÍBLICO PARA EL CONSEJERO CRISTIANO

CAPITULO 1: EL CONSEJO DE DIOS

CAPITULO 2: LA RAIZ DE LOS PROBLEMAS

CAPITULO 3: LAS PRUEBAS y LAS DIFICULTADES

CAPITULO 4: PECADO y ESCALVITUD

CAPITULO 5: SALVACIÓN y RESTAURACIÓN

CAPITULO 6: EL MINISTERIO DEL ESPIRITU SANTO

CAPITULO 7: SANIDAD DIVINA

CAPITULO 8: LIBERACIÓN DE LA ESCLAVITUD ESPIRITUAL

CAPITULO 9: LIBERACIÓN ESPIRITUAL

CAPITULO 10: EL MATRIMONIO

CAPITULO 11: EL HOGAR CRISTIANO

CAPITULO 12: LA FAMILIA CRISTIANA

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