Publicado en Cursos / Consejería / — Carlos / 2013-12-14 17:29:25 / 7197

CAPITULO 7: SANIDAD DIVINA

(6: Continuación)

Muchos problemas de conducta, de insomnio, perturbación mental, ansiedad, falta de paz, inseguridad, en los adultos; pueden provenir de problemas de la infancia. Por ejemplo una mujer puede ser frígida con su esposo y hasta rechazarlo sexualmente, por haber sufrido heridas profundas por medio de su padre o de otro hombre, y guardar en secreto ese resentimiento sin haberlo tratado nunca. De la misma forma, un hombre puede sentir hostilidad hacia su esposa porque cuando era niño la propia madre, u otra mujer abusó de él. Si este fuera el caso, quien ministra la sanidad interior debe interceder en oración para que el creyente que busca el consejo, pueda recibir del Señor Jesucristo toda la aceptación, el consuelo,  y el amor necesario para sanar definitivamente las heridas y que a su vez logren perdonar a sus agresores.

SANIDAD INTERIOR Y LIBERACIÓN ESPIRITUAL

Muchas veces las heridas guardadas en el alma del creyente son pecados para Dios y acarrean maldición. Especialmente aquellas personas que hacen un hábito de la  ira,  amargura,  resentimiento, o del odio hacia los demás. Estos pecados no confesados abren las puertas para que los demonios obren destructivamente sobre la vida del creyente. En esa instancia el consejero deberá ministrar liberación al oprimido espiritualmente. Si bien vamos a tratar el tema de la liberación espiritual en otro capítulo, no podemos excluirlo de la ministración de sanidad interior.

Los espíritus malignos siempre buscan tomar control sobre el área de la persona en pecado. Si por ejemplo: una persona manifiesta ira como un hábito de su conducta, debido a que fue maltratado en su niñez, y el consejero logra traer su herida al presente para que confiese su pecado y perdone a su agresor; pero si luego del arrepentimiento, el creyente continúa manifestando una conducta iracunda, el consejero deberá indagar y discernir si hay influencia demoníaca. Es muy posible que el creyente iracundo, que ha hecho esfuerzos pero no ha logrado controlar su ira, todavía siga creyendo que nadie lo puede cambiar; esté bajo la influencia de un espíritu de ira, que aprovechó el “permiso” para controlar esa área, y desde allí trata de hacerle creer que nunca cambiará, y que la ira cada día será mayor. El paso que sigue es desalojar al demonio de esa área, expulsándolo tal como Jesús echó el demonio que estaba atormentando al religioso judío dentro de la sinagoga. Dice Lucas 4:35,36: “Y Jesús le reprendió, diciendo: Cállate y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él y no le hizo daño alguno”.   

Aunque como hemos dicho, si bien el creyente confesó su pecado, y se  arrepintió, sin embargo no  pudo lograr su libertad espiritual. El consejero debe proceder a echar el demonio de ira en el nombre de Jesucristo, hasta comprobar que el espíritu inmundo haya salido. Y recién entonces el creyente habrá recibido sanidad interior.

En resumen: el pecado de ira (y todo pecado) se debe confesar para recibir el perdón de Dios, y restaurar la comunión con Él. Pero cuando hay opresión o influencia demoníaca (sea un espíritu de ira o cualquier tipo de espíritu inmundo) debe ser expulsado para que el pecador obtenga la completa liberación espiritual.

La liberación espiritual se debe ministrar después que el pecador se haya arrepentido, o que haya renunciado a la actividad pecaminosa, y nunca antes. Porque los pecados no pueden ser expulsados, sino que deben ser confesados delante de Dios, para recibir su divino perdón.

Ni tampoco se puede expulsar un demonio por medio de la confesión del pecado, la única forma en que los espíritus inmundos sean desalojados, es echarlos en el nombre de Jesús.

7 - EL PECADO IMPERDONABLE

La blasfemia contra el Espíritu Santo es el peor de los pecados manifestados vocalmente, pues es un pecado imperdonable. “Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no le será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero el que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero” (Mateo 12: 31,32). Estos versículos incluyen lo siguiente:

1. La Escritura nos asegura el generoso perdón de todo pecado, por medio de la gracia de Dios y el cumplimiento de las condiciones que conforman la proclamación del Evangelio (Marcos 1:15). La perversidad le cualquier pecado no será obstáculo para que seamos aceptados por Dios, si de verdad nos arrepentimos y creemos en el Evangelio, pues todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres (v. 31). Aunque el pecado llegue hasta los cielos, hasta los cielos llegará la misericordia de Dios (Salmos 16:5). La misericordia de Dios se extiende incluso hasta la blasfemia, un pecado que profana directamente el nombre y el honor de Dios. Pablo había sido blasfemo, pero fue recibido y aceptado con misericordia (1 Timoteo 1:13). Bien podemos decir: ¿Qué Dios como tú, que perdonas la maldad? (Miqueas 7:18). Incluso dice la Escritura que las palabras blasfemas lanzadas contra el Hijo del Hombre serán también perdonadas (v. 32), como en efecto lo fueron las de quienes le lanzaron vituperios y burlas cuando estaba en la cruz, muchos de los cuales se arrepintieron después y hallaron misericordia.

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Tabla de Contenido:

CURSO BÍBLICO PARA EL CONSEJERO CRISTIANO

CAPITULO 1: EL CONSEJO DE DIOS

CAPITULO 2: LA RAIZ DE LOS PROBLEMAS

CAPITULO 3: LAS PRUEBAS y LAS DIFICULTADES

CAPITULO 4: PECADO y ESCALVITUD

CAPITULO 5: SALVACIÓN y RESTAURACIÓN

CAPITULO 6: EL MINISTERIO DEL ESPIRITU SANTO

CAPITULO 7: SANIDAD DIVINA

CAPITULO 8: LIBERACIÓN DE LA ESCLAVITUD ESPIRITUAL

CAPITULO 9: LIBERACIÓN ESPIRITUAL

CAPITULO 10: EL MATRIMONIO

CAPITULO 11: EL HOGAR CRISTIANO

CAPITULO 12: LA FAMILIA CRISTIANA

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